La proximidad de la campaña electoral por los comicios municipales obliga a revisar los efectos del método D’Hondt aplicado a los resultados y, por ende, a la adjudicación de las concejalías de los principales cabildos. En las pasadas elecciones, el descuido de su aplicación por parte de los minúsculos grupos no oficialistas que descosían los secretos y la fuerza de las listas por alianzas permitió que el bando de AP los aplaste hasta la humillación. Es probable que en esta oportunidad tampoco les importe que el Régimen los barra, poniendo en serio peligro la estabilidad de los alcaldes que sean elegidos por opciones diferentes a las de Alianza País, como seguramente acontecerá en Guayaquil.
Por este motivo, es importante que la ciudadanía conozca los laberintos del método, ajeno a nuestra cultura, por lo que en el pasado fue declarado inconstitucional pues atentaba a los derechos de representación de las minorías.
Es necesario que la ciudadanía recuerde que la aplicación del método en las pasadas elecciones parlamentarias permitió que una votación aproximadamente del 58% que dio al movimiento oficial el 76% de curules legislativas. Hay que adicionar el aporte a este resultado, el sistema de distritos pequeños en que se dividió a las tres principales provincias del país. El caso más notorio del desfase o la confusión se dio en el Distrito 1 de Quito donde se concentraron todas las principales figuras públicas de oposición en busca de solo cuatro curules que el efecto bipartidista del método solo les permitió alcanzar dos puestos. En el resto de la ciudad y la provincia fueron extinguidos.
En los países donde se aplica, existe y se ha mantenido históricamente basado fundamentalmente en una comunidad de intereses entre los electores y sus representantes. Sea por motivos políticos, ideológicos o religiosos, pero ha existido una especie mancomunidad, generalmente bicéfala o contrapuesta. Además, existen para una mejor aplicación transparente medidas complementarias como segundas vueltas o elecciones internas al interior de los partidos. De esa manera se asegura mayor seguridad representativa y se facilita un mejor seguimiento de los electores.
En el Ecuador se ha marchado al revés. No solo que se dividieron aleatoriamente por la cantidad de electorales los distritos, sino que luego de las elecciones los legisladores elegidos del partido oficial fueron presionados a la suscripción de un Código de Ética que los obligue a la sumisión política, bajo la prevención de la revocatoria del mandato y hasta de la muerte cruzada.
La torpeza de algunos grupos políticos de Guayaquil los lleva a que existan mayor cantidad de distritos en proporción al número de habitantes o los electores. Como se observará para muchos, en pleno siglo XXI, la causa de la fiebre sigue estando en las sábanas mal confeccionadas.