Bajo el liderazgo de su director general, el brasileño José Graziano da Silva, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) está inmersa en un proceso de profundas reformas para lograr más efectividad en la lucha contra el hambre.
“Un elemento transformador en la visión del nuevo director general es crear sinergia entre los varios aspectos de nuestro trabajo, para que podamos estar más concentrados y ser más eficientes en la erradicación de la pobreza”, dijo en entrevista con IPS la directora de la Oficina de Comunicaciones, Asociaciones y Promoción e la FAO, Marcela Villarreal.
“He trabajado en esta organización por 16 años, y puedo decir que estamos mejor cuando adoptamos un enfoque multisectorial y multidisciplinario. Es este tipo de enfoque el que nos permite encontrar formas innovadoras de solucionar viejos problemas”, afirmó.
IPS: ¿Cuáles son los elementos centrales del programa de trabajo propuesto por José Graziano da Silva para la FAO? Marcela Villarreal: Estamos proponiendo cinco objetivos estratégicos, el primero de los cuales es la eliminación del hambre. Ya no estamos hablando solo de reducirla. Es importante señalar aquí que, si bien antes pensábamos que incrementando la producción de alimentos podíamos erradicar el hambre, hoy sabemos que no solo se trata de eso, sino también de garantizar acceso a la comida.
El segundo objetivo es incrementar la producción de alimentos en una forma sostenible, y el tercero es erradicar la pobreza rural.
El actual programa de trabajo se basa en un estratégico proceso de elaboración. Los Objetivos de Desarrollo de las Naciones Unidas para el Milenio y los indicadores en general se concentran mucho en las áreas urbanas, a pesar de que la pobreza rural es uno de los mayores problemas.
Nosotros nos concentraremos en tres poblaciones rurales en riesgo de pobreza: los pequeños agricultores, a quienes ayudaremos a ser más productivos; los jornaleros, para cuyo beneficio apoyaremos a los países con el fin de que generen empleo, incrementando así los ingresos y el acceso a los alimentos; y finalmente, los completamente excluidos.
Para ayudar a estos últimos, tenemos que asesorar a los países sobre la creación de redes de seguridad, pero de una forma que no sea simplemente dar dinero, sino apoyando la producción o el empleo.
Finalmente, los últimos dos objetivos estratégicos se refieren a ofrecerles a los agricultores un mejor y más equitativo acceso a los mercados y a fortalecer la resistencia de las poblaciones, reduciendo su vulnerabilidad ante las amenazas y las crisis.
Son nuestros Estados miembros los que tendrán que alcanzar esos objetivos. Nuestro papel será contribuir en una forma estratégica y mesurable para lograr esas metas.