El instituto real que rige las normas de la lengua no admite el anglicismo “outsider” que, además de ser aplicable a muchos campos, es indispensable en países inestables políticamente. Consiste en la aparición de un fenómeno político en escenarios que no lo contaban; ni en las encuestadoras buenas ni en las otras. En ese ámbito la palabreja implica aparición, desarrollo y triunfo de un “desconocido” que supera o entierra opciones o candidatos graduados; incluso, con justificados prestigio o palmarés.
En el Ecuador de las elecciones del domingo 24 de marzo del 2019, el fenómeno telúrico fue grande y lastimó varias estructuras, al parecer antisísmicas como las del PSC. Se desconoce si las réplicas podrán llegar hasta la cumbre. Por el momento, hay que evaluar y los creyentes, orar.
En primer lugar, para el propósito general, hay que empezar por admitir que la vida política tradicional de la capital de la República tocó su última flauta.
Salvo error u omisión, los espacios creados a raíz del retorno a la democracia -la DP y la ID- fueron sepultados. La primera fuerza, había desaparecido luego de la presidencia de Jamil Mahuad y, las reconocidas élites de ese espectro, decidieron exiliarse en caracoles corporativos de prestigio profesional, pero sin ninguna incidencia en la escena política.
La ID, por el contrario, sobrevivió, pero sin el timonel y creador, el Dr. Rodrigo Borja, que mantuvo distancia; aunque jugó una de sus últimas cartas el pasado domingo electoral y perdió. Solo quedan de esta tienda intelectuales nostálgicos de camadas anteriores, que buscarán espacios o empleos en los nuevos escenarios.
El mayor enigma reside en interpretar como le fue al correísmo o a sus múltiples máscaras con las que se presentó en el último carnaval. Es difícil que pretendan repetir, en primera fila, a la figura del prócer o algunos de sus lugartenientes. El primero perdió todo control de su ego y tiene reserva en algún instituto especializado; el conjunto del resto está enjuiciados, exiliados o encarcelados. Sin embargo, el mensaje, el lema o la bandera están presentes. Tan extraña situación descubierta en las elecciones últimas, es probable que se deba al impacto visual de algunas de las faraónicas obras – se excluyen la hidroeléctricas y la estatua del Che Kirchner- o de la raíz del populismo siempre vigente: falta de inclusión social y nula distribución económica.
En estas circunstancias, la opción política continúa a nivel nacional en el social cristianismo. Si logra administrar el limitado triunfo en el Guayas y, sustituye con urgencia sus niveles de asesoría internos y externos, pueden pensar en un escenario nacional que les fue mezquino.
El resto queda al azar o al extraño régimen actual entretenido en sabatinas diarias para dar explicaciones sobre enseres familiares. Tiene seguro que mientras no se mueva algo en Venezuela y siga la misma plegaria, aunque en distinta capilla, al FMI, no habrá tsunami sino oleaje.
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