¿Qué hizo cambiar de opinión a Rafael Correa respecto de la conveniencia de firmar un acuerdo comercial con la UE? ¿Fue acaso el peso político y personal de Ángela Merckel quien logró abrir la mente de nuestro Presidente, quien a pesar de los anuncios y viajes, con sus semidesplantes a la delegación europea había demostrado en los hechos, y bastante más con su retórica, que lo del acuerdo había quedado solo para los pensamientos deseosos de unos cuantos empresarios aperturistas?
El Presidente ganó abrumadoramente las elecciones del 17 de febrero y la revolución parecería que entra en la etapa de la consolidación productiva y quizá de un alejamiento progresivo de las tesis más duras de la izquierda que se preconizó en Montecristi, y más hacia una agenda de corte social demócrata lejana de la autarquía pura, para empezar a insertar al país inteligentemente en el mundo.
El viraje presidencial es evidente si se toman en cuenta las declaraciones realizadas en su gira europea en donde enfatiza -sin ambages- que tiene la voluntad política de firmar un acuerdo en el menor tiempo posible y que las trabas provinieron más de los mandos medios tecnocráticos que de la voluntad presidencial. ¿Es así? ¿Qué opina Patiño?
Me temo que la ambivalencia más bien provenía de las más altas esferas, pero que llegó el momento en que la coyuntura mundial económica de relativa depresión del petróleo y los commodities, hizo que un Correa pragmático, comprenda que no hay otro camino -aunque este sendero le resulte pedregoso e incómodo- que seguir por el trayecto de la negociación.
Pero el asunto no se le viene sencillo por ningún lado. Hay varios escollos que superar. Este Gobierno no es un creyente ferviente en la propiedad intelectual a la que considera un abuso de las transnacionales. Además está el sesgo nacionalista y hacia la micro y pequeña empresas que el Gobierno quiere imprimir al proceso de compras públicas -lo cual iría en contra de la no discriminación hacia las empresas europeas-, además la dolarización, a la que mira como obstáculo, pues no le permite devaluar como sí lo hacen sus vecinos andinos; y finalmente la importancia de los sectores estratégicos.
Para finalizar está el asunto medular de la protección de inversiones y de tribunal escogido para la solución de controversias. Con 23 tratados bilaterales en proceso de denuncia y con una cruzada contra el Ciadi, ¿cómo se resolverá el asunto con los europeos? ¿Se modificará la Constitución para admitir las previsiones de un acuerdo de esta naturaleza?
¿En cuanto a la decisión de firmar un acuerdo con la UE, los semiescépticos nos preguntamos, es ésta la vencida? ¿Con qué versión de Correa nos quedamos? ¿Con la pre Merckel o con la merckelizada?