El mundo vive hoy su peor momento y camina hacia un precipicio nos repiten activistas sociales, ecologistas militantes, una parte de la intelectualidad y muchos políticos. Lo mismo hacen abuelos y algunos todavía jóvenes que con un dejo de añoranza repiten la tesis de que el tiempo pasado fue mejor. La evidencia, sin embargo, indica todo lo contrario: al arrancar el 2013 estamos mejor que nunca.
Pesimistas por conveniencia o fe argumentan que el hambre, la pobreza, la desigualdad, la destrucción del medioambiente y un largo etcétera de males, entre los que sobresale el capitalismo salvaje y la pérdida de valores, están llevando al mundo a la destrucción. Gobiernos verde manzana o rojos chavistas cabalgan sobre este discurso para promover sus proyectos salvadores y autoritarios.
En un artículo reciente, la revista británica The Spectator afirmó que 2012 fue el mejor año de la historia. Tal señalamiento podría parecernos extraño, y más con la crisis europea, pero es cierto. Comparado con cualquier momento anterior, nunca en el planeta hubo menos hambre, enfermedad y más prosperidad. El uso de los recursos naturales está mejorando y las muertes por violencia descienden.
Esta perspectiva no es novedosa, la han enarbolado en diversos momentos sobre todo intelectuales liberales. Hablan de una realidad que se puede corroborar en terreno.
Nadie trata de negar que hay problemas graves o situaciones puntuales en las que retrocedemos. Tampoco se busca promover la complacencia. Reconozcamos que la comunicación globalizada nos oferta circo y eso puede llevarnos a pensar que todo empeora. A contramano, esa misma comunicación nos ha abierto los ojos y ha potenciado la movilización social y las relaciones de solidaridad, diálogo y acuerdos.
Una de las críticas favoritas de quienes indican que el mundo está empeorando es que la sociedad ha perdido valores y que todo es materialismo, que el capitalismo nos está destruyendo. Pero es falso.
En gran parte gracias al liberalismo, a la apertura de mercados y a la iniciativa de las personas, nunca estuvimos mejor: la pobreza y la desigualdad descendieron a grados inéditos, la esclavitud está arrinconada, al igual que la vulneración de los derechos femeninos y de otros grupos. Cualquier estadística lo corrobora. Hay instancias donde acudir a denunciar los atropellos, contamos con normativas cada vez más desarrolladas, aunque es cierto, en permanente amenaza.
En casi cualquier ámbito de la vida estamos mejor: medicina, comunicaciones, educación, esperanza de vida, salud maternal, etcétera.
Comprender dónde estamos y gracias a qué hemos avanzado nos puede ayudar a definir el camino futuro.