La principal hidroeléctrica del país, el proyecto emblemático del gobierno anterior, tiene problemas a un año y medio de haber entrado en operación. El Coca-Codo Sinclair tiene fisuras y microfisuras, algo que no debería ocurrir en una obra de ingeniería nueva.
Las autoridades aseguran que estas fallas están en reparación, pero las dudas y los temores crecen con los días.
Estamos hablando de una obra en la que se invirtieron USD 2 851 millones, lo que la convierte en el proyecto hidroeléctrico de mayor envergadura y acaso la obra pública más grande en la historia del país. No son, ni palabras, ni cifras menores.
La construcción duró seis años y al revisar la historia del proyecto es fácil recordar que su ejecución estuvo marcada por polémicas. Las obras arrancaron en julio del 2010 y desde entonces una serie de hechos fueron titulares en los medios: denuncias de maltrato laboral, la muerte de 13 obreros, ajustes en los costos y en los plazos de construcción, fueron algunas de las polémicas más relevantes.
Todo esto ocurrió en medio de un discurso que aseguraba que Coca-Codo Sinclair cambiaría para siempre la generación eléctrica del Ecuador.
Hay que recordar que ya en los años 80 y 90 se estudiaba la construcción de esta megaobra, y que al final se ejecutó en la segunda década de este siglo, cuando los recursos abundaban, tanto como el despilfarro del que hoy nos vamos enterando día a día.
En la actualidad el Coca-Codo Sinclair trabaja a medias y es una obligación de las autoridades realizar una evaluación técnica a fondo, para garantizar su funcionamiento.
Los ecuatorianos no queremos que las ‘grandes obras’ sigan fisurándose o dañándose al poco tiempo de su funcionamiento. Tampoco queremos obras manchadas de corrupción como la central San Francisco que -en su momento- dejó en la mira a Odebrecht. Al final fueron pagadas con el dinero de todos los que hacemos y queremos a este país.