Estas áreas del conocimiento humano son las más antiguas de la civilización. Habrá surgido primero el Derecho, como conjunto normativo de las sociedades, expedido por quien las dominaba. El rey Hamurabi de Babilonia -1730 y 1636- a.n.e. es el autor del Código de 282 artículos en 3 600 líneas de lenguaje preciso en materias: civiles, penales, laborales, económicas y administrativas.
En esa época la Medicina ya ocupaba un espacio especial, porque desde la procreación y el nacimiento de los primeros millares humanos, estuvo la destreza inteligente de quienes atendieron para propagar la especie, cuidar su alimentación y trabajo hasta la muerte. Allí está el origen de esta ciencia, exaltada, sistematizada y escrita por el griego Hipócrates -460 y 395- quien, en su corta vida de 65 años, liberó a esa profesión incipiente de la influencia religiosa y de las supersticiones, para dejar, entre otros libros: pronósticos, epidemias, aforismos y dietas. Fundamentó esas ideas en principios éticos y morales, que los expuso con maestría en “El Juramento”, que reúne los conceptos filosóficos, biológicos y médicos para elaborar un sistema humano fuera del empirismo.
Situó a la enfermedad en la desproporción de los cuatro humores fundamentales: sangre, bilis amarilla, bilis negra y flema, que corresponden a cuatro elementos: aire, tierra, agua y fuego. La armonía de ese conjunto produce salud, mientras que el desajuste causa la enfermedad. Es el médico quien, con la observación y la práctica, puede guiar hasta restablecer la armonía entre el cuerpo humano y la naturaleza. Tanto en Babilonia como en el Oriente Medio y en la antigua Grecia, respetaron a la Medicina en su desarrollo, y dejaron que el régimen jurídico organizara a las sociedades divididas en clases.
En el Ecuador, el primer médico notable es Francisco Xavier de Santa Cruz y Espejo 1749-1795. Es quien en 48 años dedicó su vida a luchar contra enfermedades y dejó obras sobre la viruela y las vacunas. Además, su visión política en el medio colonial de fines del siglo XVIII, aportó con la fundación del primer periódico “Primicias de la Cultura de Quito”. En la misma época, vivió el notable abogado, que deslumbró como diputado en las Cortes de Cádiz, José Mejía Lequerica. No volvió a Quito porque murió de la epidemia de fiebre amarilla en octubre de 1812 en Cádiz .
En uno y otro campo se requieren especialistas que no pueden improvisarse, peor trasplantarse, porque cada medio social crea sus conflictos legales y sus enfermedades. Se puede no requerir de abogados por años, pero nunca del médico. En consecuencia, esta profesión no debió entrar jamás al campo penal; salvo excepciones claramente escritas, y con prisión corta, porque la máxima sanción terminaría con su vida de médico.