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¿Me regala?

Resulta inexplicable para un extranjero la costumbre colombiana de solicitar que nos regalen algo, cuando está sobreentendido que vamos a pagar el producto o el servicio. El regáleme es una forma cortés de pedir algo, una forma indirecta que evita el carácter exigente o impositivo. Seguramente viene de esas formas serviles de la Colonia española. En Ecuador, por ejemplo, el servilismo dejó formas que retuercen aún más el lenguaje. En Quito escuché la frase siguiente: "Sea buenito, no sea malito, regálese un cigarrillito", que en términos prácticos quiere decir "deme a mí un cigarrillo" .

En cada acto de pedir regalado hay una actitud de sumisión, falsa o verdadera, según quien lo solicite o según quien conceda el regalo. Si se tiene una posición social más alta, es una concesión que se hace hacia el débil cuando se le dice "regáleme". Sabemos que es mentira lo que se dice. No se pide, sino se exige desde una posición de poder o autoridad. Cuando alguien de menor posición que pide regalo es verdad. Está haciendo un ruego, pide una limosna y reconoce su condición inferior.

En España, que impuso ese servilismo en sus colonias, nuestro "regáleme" es incomprensible. Allá se dice "ponme un chato de vino". Mi esposa era víctima de la ironía del camarero madrileño que al verla decía: "Aquí viene la señora que quiere que le regalen cafés".

A pesar de que nuestro "regáleme" es forma común en Colombia, no falta quien se aproveche del formulismo de lo indirecto. Una amiga le dijo a su empleada recién contratada: "Mire, Ludis, le regalo esta ropa para que la lave". Cuando no encontró sus blusas y preguntó por ellas, recibió como respuesta: "Pero, señora, si usted me las regaló".

Talvez con razón, pues es clara la definición de regalar: "Dar a alguien, sin recibir nada a cambio, algo en muestra de afecto o consideración o por otro motivo" o "deleitar a una persona proporcionándole placeres, comodidades o diversiones". Regalar viene del francés, que originalmente era prestar, y es posible que ahí se origina el uso que le da mi odontólogo a su asistente: "Regáleme tal pinza, regáleme la anestesia, regáleme...", pero, de todos modos, resulta ilógico, pues todo lo que la asistente le entrega no es de su propiedad, sino del odontólogo.

De todos modos, en este país es irónico utilizar el verbo regalar. Aquí nadie regala nada. Al revés, ante la inoperancia de la superintendencia de costos y precios, de otras superintendencias, de la arcaica e inútil Confederación de Consumidores, de Ariel Armel, o del nuevo código del consumidor, que poco se aplica, en Colombia todo el mundo cobra, cobra en exceso y abusa con precios. Mucho se ha discutido en estos días, con razón, de los costos injustificadamente altos de los restaurantes, de las drogas y podríamos agregar de los vestidos, de los servicios públicos, de las comunicaciones, del catastro y de la valorización. Nadie regala nada, aunque todos nos la pasemos diciendo "regáleme" .

La verdad es que no existe eso que los gringos dicen: "There is not such a thing as a free lunch". No existe el almuerzo regalado que no se cobre posteriormente con otro favor. Si esto es así, ¿qué habrá pasado con el regalo que History Channel le hizo al presidente Álvaro Uribe al nombrarlo 'El gran colombiano'? Vaya dadivita que le hicieron con una de esas oscuras votaciones por Internet. Votación sin comprobación de firmas, con participación de quién sabe qué call center. ¿Sorprendente? No. Ese canal tiene como especialidad una rara línea programática centrada en el esoterismo, la explicación de milagros, la parapsicología, los fenómenos inexplicables del pasado y el contacto con extraterrestres. Visto así, no es extraño el "regalito" para Uribe. Pero no sabemos cuánto nos va a costar.