Me pongo a pensar

Ni la televisión, ni la propaganda, ni la sobre producción de libros, ni la abundancia de revistas, ni la persistencia de los discursos, ni Internet ayudan a pensar con la profundidad y la serenidad que era habitual entre los intelectuales. ¿Hay intelectuales? Tampoco el electoralismo ayuda a pensar, al contrario, anula la reflexión, automatiza las decisiones y elimina la crítica.

Me pongo a pensar si serán buenos los productos de la civilización occidental para este mundo bárbaro que tenemos, que entre todos hemos creado, amasando negaciones, mascaradas e intereses. ¿La democracia liberal funciona en los moldes artificiosos del populismo, o al contrario, esa deformación no será su sentencia y su tumba? Me pongo a pensar si la legitimidad se ha convertido en excusa para dominar; si la representatividad es la máscara de un asambleismo despótico? El pueblo, ¿existe como entidad política, o solo hay individuos que del sentir comunitario apenas tienen el membrete?

Me pongo a pensar en la muletilla recurrente de la soberanía, que se me antoja rezago de tiempos antiguos, o ficción y retórica de tiempos nuevos. ¿Soberanía del pueblo, soberanía del individuo? ¿Soberanía del Estado? Pienso, y las dudas se me acrecientan, cuando constato, a cada paso, que la gente solo sabe de sobrevivir, y conoce apenas el tono de los estribillos que repite sin entender ¿Es eso ciudadanía? ¿La ciudadanía es categoría política viva, o fórmula vacía?

Y el Derecho. Tema grave el del Derecho, que agoniza entre las novísimas teorías de la derogación de la ley, de la edificación del poder político absoluto, de la “invención de la justicia” por jueces que hacen tabla rasa de las normas. La verdad es que no hay Derecho. Han logrado, los teóricos y los prácticos, anular ese atrevido invento de la civilización, y nos han dejado sin alero y sin refugio en medio del torbellino de la incertidumbre. Nos han dejado inermes, dependientes de la suerte, o del poder.

Me pongo a pensar: ¿y el garantismo, y los derechos individuales y toda la parafernalia de la democracia directa, en qué han quedado en el tiempo real en que vivimos? ¿No será que las ONGs que se apropiaron de los derechos fundamentales, como si fuesen su predio y su patrimonio, tuvieron siempre otra vocación -la autoritaria- y la inclinación por las dictaduras que eran buenas porque se titulaban de izquierdas? No será que todo aquel discurso humanitario era mascarada y antifaz.

En fin, me pongo a pensar que muchos supuestos ya no responden a la realidad, que las ideas no sirven. Que la política al modo como algunos la entendimos como herramienta al servicio de cada persona, nunca existió, y que, al contrario, ella siempre fue la refinada manera de construir poder, de blindar al poder, y de hacer de la sociedad un enorme rebaño de sumisos. Más aún, me pongo a pensar si no será malo este hábito de pensar.

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