No me ayudes, compadre

El 21 de marzo se dará un nuevo e importante paso en el proceso de normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos cuando el Presidente Obama visite la isla. Será el primer jefe de estado norteamericano que ponga sus pies en Cuba en 88 años.

Su objetivo, estrechar lasos y dialogar con su homólogo Raúl Castro sobre los temas pendientes, aún muy delicados, que una vez superados permitan volver a una relación normal.

Hace no mucho tiempo un reconocido académico cubano, muy alineado con las posiciones de su gobierno, me comentaba con satisfacción la decisión adoptada por los presidentes de Cuba y Estados Unidos de reestablecer sus relaciones diplomáticas rotas desde hace más de 60 años y emprender en el proceso de normalizarlas. Sostenía que, sobre la base del respeto mutuo y de la no injerencia en asuntos internos del otro, era un paso beneficioso para los dos países y que tal situación anacrónica de confrontación debía ser superada teniendo presente la nueva realidad regional y global.

Creo que su satisfacción hacia lo que estaba y está ocurriendo tenía plena justificación. Una vieja e insostenible situación ha empezado a prevalecer y todos los latinoamericanos debemos apoyar para que logre su éxito. Se eliminará un antiguo foco de tensión entre América Latina y Washington y proyectará una vinculación más sana y productiva entre las Américas.

A propósito de esta histórica decisión, mi amigo cubano me dijo con admirable franqueza que esperaba que sus aliados de la ALBA comprendan la situación de su país, que había esperado más de sesenta años para encaminarse a una normalización de sus relaciones con EE.UU., y que se abstuvieran de emitir pronunciamientos en contra del tradicional “imperialismo yanqui”. Ello –decía- podía interferir en los progresos hechos. En palabras coloquiales, “no me ayudes compadre” que mucho hemos esperado para llegar hasta donde hemos llegado y que una retórica antiimperialista de esa naturaleza afectaría negativamente el proceso.

Tengo la impresión de que Ecuador ha bajado en los últimos meses esa retórica contra Washington pero no Venezuela. Impulsada por su gravísima crisis no solamente económica sino social e institucional ha incrementado sus ataques verbales y, por último, ha dispuesto el retiro de su Encargado de Negocios. Esta agudización del ambiente deteriora y no favorece las conversaciones y no demuestra solidaridad con Cuba que es el país más interesado en que la aún difícil normalización sea un hecho.

Por lealtad con ese pueblo hermano debemos alentar un entendimiento entre La Habana y Washington. No conviene atizar el fuego innecesariamente de la confrontación. La valentía y el coraje que Cuba ha demostrado frente a la injusticia merecen respeto y aliento.

fcarrion@elcomercio.org