¡Qué satisfactorio es leer pensamientos inteligentes, y si son escritos en las paredes tienen un sabor más emocionante! No me refiero a frases vulgares que atacan, como en un momento sucedió en Ecuador, a periodistas o medios de comunicación independientes, que informaban cosas que al gobernante no le gusta oír.
Los grafitis con contenido profundo y sabiduría popular, dejan huella en las generaciones. Es el reflejo de un estado de ánimo. Es la filosofía puesta en ejecución en un momento determinado de la historia.
Es la expresión de hechos relevantes que cualquier ciudadano señala, para que los caminantes los lean y reflexionen.
Iniciaba mi juventud en mayo del 68, cuando la prensa mundial empezó a cubrir el movimiento de miles de estudiantes en París. Daniel El Rojo fue la cabeza visible de una reacción que cambió muchas cosas en la Francia de la posguerra.
Fue tal vez el inicio del descenso del general Charles de Gaulle, en aquellos días presidente de esa nación. Las paredes de la capital francesa se llenaron de grafitis que demostraban el descontento y, a su vez, el idealismo de una generación preocupada por su futuro.
Se hicieron famosas frases como “Prohibido prohibir” (esto sin alusión a lo que los ecuatorianos vivimos desde hace siete años).
Una frase llena de sabiduría y con cierto romanticismo, que invitaba a la lucha política, fue aquella que decía: “La barricada cierra la calle y abre el camino” (tampoco tiene que ver con las elecciones de Alcalde de pasado mañana).
Cuando los estudiantes en las comunas de París levantaron el adoquín de las calles, encontraron arena. De ahí nace: “Bajo la civilización, la playa”, en un evidente ataque a la modernidad que se vivía. Mayo del 68 fue una muestra de la importancia de las mujeres de izquierda en los cambios propuestos.
Allí se acuñó otra frase: “Las jóvenes rojas, cada vez más hermosas”. El rótulo que indicaba: “Calle de la Universidad” fue removido por los estudiantes (que no fueron acusados de sabotaje, ni de terrorismo y menos de subversión), por: “Universidad de la calle”. Inteligentes muestras de ingenio y de rechazo con altura al gobernante y a su forma de dirigir la nación.
En la actualidad no se lee en las paredes de nuestro país, frases inteligentes. Solo se ven oraciones que demuestran odio a quienes no profesan la ideología del gobernante.
La población tiene miedo. Hay autocensura del ciudadano común, aun en las paredes. A esto se agrega una prohibición prevista en el Código Orgánico Integral Penal: es contravención de primera clase, sancionado hasta con prisión, escribir frases “en lugares no autorizados”.
Y si se las redacta en sitios permitidos, el “escribidor” es denunciado en la Superintendencia de Comunicación, y ya sabemos el desenlace.