Matan mujeres en la calle
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Que maten mujeres en plena calle no es un hecho aislado. “Asesinaron 88 mujeres en Ecuador desde el 1 de enero al 31 de diciembre de 2018. El 66% de los femicidas eran sus esposos, novios, ex, o amigos. Desde 2014 asesinaron 600 mujeres, desde 2014 cada 3 días una mujer fue asesinada por violencia machista.” Datos escalofriantes que da Sivia Buendía. La violencia contra las mujeres es estructural, pero no se reconoce que se trata de una situación basada en “una cultura patriarcal. Y contra ésta hombres y mujeres tenemos que juntar el hombro”, dice Ramiro Ávila.
Pero en el Ecuador hay también otra realidad innegable: la enorme y descontrolada migración venezolana. Desde luego que no se debe enfrentarla con medidas unilaterales y xenófabas, pero no reconocer ese problema es ahondarlo, sobre todo donde más se siente: las provincias del norte del país. Los venezolanos llegan por miles y a veces copan puestos de trabajo de los más pobres, como cargadores de los mercados, taxistas ilegales, vendedores ambulantes, peones de construcción, lavadores y cuidadores de autos.
Allí se halla una de las motivaciones de la injustificable reacción de que fueron víctimas los venezolanos en Ibarra, luego del asesinato de Diana. Reconocer este hecho no es negar la existencia de la sistemática violencia machista. Ni tampoco desviar la atención. Es constatar que un problema se agrava junto al otro y que ambos demandan soluciones de fondo. Ni todos los crímenes son femicidio, ni los migrantes son delincuentes. Pero varios de ellos han delinquido en el Ecuador. Esa migración exige un control.
El propio presidente Moreno se habrá percatado de que su mensaje fue un error. No enfocó el tema estructural de la violencia contra la mujer, justo a pocos días de la violación colectiva de Martha, y dio una visión unilateral a la cuestión migratoria de los venezolanos, que no resolverían nada y agudizarían la violencia, como las “brigadas”, que podrían convertirse en pelotones de linchamiento.
En el crimen de Ibarra se cruzaron dos problemas de difícil solución. Por ello no tiene sentido pedir la renuncia de la ministra del Interior, como si eso resolviera algo. Ella asumió la crisis de inmediato, viajó al lugar de los hechos y dejó en claro que la Policía era responsable del mal manejo de la situación. Muy bien. Lo que estuvo mal es que, aprovechando el crimen, en medio de las elecciones, haya entregado la gobernación de la provincia a uno de los adláteres del inepto alcalde de Ibarra, sucesor como jefe del partido “Avanza” del prófugo González y candidato a la reelección.
El femicidio es siempre un crimen horrendo. Y es todavía más grave cuando lo comete un migrante desquilibrado y quizá reincidente. Enfrentemos esa compleja realidad con seriedad.