Haciendo gala de su inexperiencia y fundamentalismo ideológico, el canciller de la República, Ricardo Patiño, acaba de expresar que el Ecuador “jamás firmará un tratado de libre comercio (TLC) como los negociados por Colombia y Perú con la Unión Europea (UE)”. Tratando de ocultar su conocida aversión por el comercio, el Canciller ha formulado la intención del Ecuador de retomar las negociaciones con la UE para alcanzar “un acuerdo para el desarrollo del país” en el que la inversión y el comercio sean tan solo una parte. La declaración coincide con el anuncio oficial de que la UE suscribirá un acuerdo de libre comercio con los países centroamericanos y retomará las negociaciones con los países del Mercosur y su próximo miembro, Venezuela, para alcanzar un TLC. Todos estos compromisos lucen altamente promisorios y marcarán, sin duda, el inicio de una próspera relación política y económica entre Europa y Latinoamérica. Ecuador y Bolivia han repudiado estos esquemas económicos invocando dogmas y ficciones; ahora permanecen solos.
Con enorme candor o impostura, el canciller Patiño guarda la certeza de que la UE retomará las negociaciones con el Ecuador en condiciones distintas a las de Perú y Colombia. Lo más probable es que esas posibles negociaciones aborten y que no alcancemos el “Acuerdo de Desarrollo”. Aislado del bloque andino y latinoamericano, el Ecuador no representa un interés mayor para la UE, particularmente, en las graves circunstancias que rodean Europa. Difícil comprender que nuestro país, altamente necesitado de las divisas que suministra el comercio, haya despreciado un TLC con la UE, nuestro segundo socio comercial, luego de que Alfredo Palacio hiciera lo mismo con EE.UU., nuestro primer socio comercial. Curiosa manera de defender la soberanía.
El exotismo de nuestra política exterior se ha manifestado, también, en el tema Honduras. A manera de francotirador, nuestro Canciller insiste en la restitución de Zelaya y en la convocatoria a nuevas elecciones para legitimar la democracia en el país centroamericano. Nadie conoce el derecho que le asiste al Ecuador para desconocer las elecciones del presidente Lobo y un pronunciamiento del pueblo hondureño para reconstituir la institucionalidad fracturada por Micheletti. La postura del Ecuador revela un aparatoso manejo de las relaciones internacionales y pone en evidencia la doble moral que orienta nuestra política exterior. Cuando el Gobierno de Alianza País desconoció la Constitución, convocó ilegalmente a una Constituyente y cerró el Congreso, el Régimen recurrió a las urnas para legitimar sus atropellos al ordenamiento jurídico; la misma fórmula utilizada por Honduras.
El aislamiento del Ecuador en el contexto internacional comienza a tornarse patético.