Más militantes que'

El tiempo político fluye muy rápido para Alianza País (AP), cada día que pasa se le acumulan pesos que se harán insoportables algún momento.

A pesar de ello, el ser gobierno le brinda un bálsamo y le da ventajas: enormes recursos, capacidad de direccionar políticas a favor de bases y electores que se expanden. Resultado: más poder. Sin embargo, el mismo poder crea una bruma que le dificulta ver la realidad y le copa de infinidad de problemas contingentes, pequeños y grandes, a los que debe dar respuesta urgente a riesgo de perder terreno político si por alguna ineficiencia no se los resuelve.

Lo urgente ensombrece lo importante. La coyuntura oculta a la estructura y la mirada corta limita la visión estratégica. Finalmente, el activismo apoca la reflexión y el pensamiento político. Luego de tres años los planes de muchos ministerios toparon techo. El marketing no es suficiente para crear popularidad.

A más de esto, muchos cuadros de AP, los que han asumido cargos de elección popular, empiezan a vivir su propio drama. No son conscientes todavía de un conflicto que crece: la tensión entre militancia y representación.

Hasta ahora muchos alcaldes, prefectos, asambleístas' de AP han sido más militantes que representantes de sus terruños. Como militantes obedecen disciplinadamente lo que el Presidente señala o lo que el buró decide en función de asegurar la materialización del “proyecto”, a pesar de que con ello, algunas veces, se pueda afectar o no dar cuenta de las demandas o expectativas de sus representados, que son mucho más que los afiliados. Entonces, la representación se desdibuja frente a la militancia. Las alcaldías, prefecturas, legislaturas, no adquieren vuelo propio, personalidad e identidad local, regional o nacional. El poder se concentra. En el centro se funde la fuerza del gobierno y del “partido”.

Algo de esto empieza a cambiar. Varios asambleístas de AP asumen con seriedad la representación, la fiscalización, forzando al partido a reenrumbarse. El caso del juicio al Fiscal es un ejemplo interesante. Sin embargo, hay que ver qué pasa con los contenidos y la aprobación del Código Territorial (Cootad).

Representación y militancia no son contradictorias, son complementarias siempre y cuando la una y la otra ayuden a la realización del interés general. Mas esto se da cuando hay madurez política. Lo más común en democracias débiles es que se imponga la lógica de grupo, que con poder, hace girar al Estado y a sus instituciones alrededor de sus necesidades o visiones particulares.

Mientras el mandante, el representado, el pueblo, no rompa con su acción, propuesta y movilización la lógica autorreferenciada del militante, este no descubrirá su rol de representante, de mandatario.

Hasta tanto madura un proceso, que a algunos les pasará una factura muy alta.

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