¿Más impuestos?
Según anuncios oficiales, en pocos días llegará a la Asamblea un proyecto de ley que plantea la creación de nuevos tributos y el incremento de algunos de los existentes. Reiteradamente, en este espacio se ha comentado esta política que únicamente mira el lado fiscal, pero no tiene en cuenta lo que sucede desde el lado de los contribuyentes.
Como lo señala una publicación del diario El Universo, del 17 de este mes, según la Cepal, la presión tributaria en el Ecuador es una de las más altas de América Latina, solo superada por la existente en Uruguay, Brasil y Argentina. Pero observando con un poco de cuidado se puede advertir que en esos países, además de Perú y Chile, un gran peso de la recaudación tributaria recae sobre impuestos a los combustibles y al valor agregado. Así, si se mira la composición del precio del galón de gasolina que en todos esos países bordea los USD 6, se puede advertir que más de la mitad del valor corresponde a impuestos; y, por otro lado, la tarifa del impuesto al valor agregado no desciende del 18%, seis puntos más que en nuestro país. En otras palabras, la presión tributaria va al consumo, expresión de la riqueza, más no en contra los resultados de las inversiones para no desestimularlas.
En Ecuador se ha ido en forma contraria. Se han elevado las tarifas del Impuesto a la Renta y se han incorporado los dividendos que reciben las personas naturales a la renta global. Probablemente el impuesto final, sumada la participación de los trabajadores en las utilidades de las empresas, es de los más altos de la región. Se menciona de parte de las autoridades que por la vía de otras normas se ha reducido la tarifa impositiva de las empresas, pero no ha variado el hecho de que cuando las compañías reparten dividendos estos tributan, hecho que anteriormente no acontecía.
Las consecuencias están a la vista. La inversión privada en el país no crece y la que proviene del exterior es insignificante. Esto responde a una visión de política económica del actual gobierno que, habiendo ganado el poder en las urnas, tiene la posibilidad de implementarla. Pero lo anterior no significa que, para otros ciudadanos, esta medida sea la adecuada. Sería mucho menos aceptada aún si, esa inmensa mayoría de ecuatorianos que no hallan empleo por ningún lado, comprendieran que es mejor tener recursos fijos y permanentes provenientes del trabajo, que recibir subsidios de un aparato estatal que no sabe hasta cuándo podrá sostener tanto gasto.
Si por necesidades fiscales se continúa en la senda de ampliar la presión tributaria a los particulares, se pone frenos al desarrollo permanente del país. Peor aún si se pretende igualar la carga impositiva que existe en otros países con impuestos directos, como el de la renta, cuando los estados de la comparación recaudan más a través de tributos indirectos. Pero en fin, poco o nada aquello importa cuando prevalecen las urgencias políticas.