Los avatares de nuestra débil democracia nos llevan a nuevas elecciones, pero los resultados serán los mismos porque no hay tiempo para que se posicionen nuevos nombres y entonces las bancadas representativas repetirán a la mayoría de candidatos el 20 de agosto 2023. Los candidatos a la Presidencia saben de la limitación para gobernar durante 18 meses en medio de la campaña electoral para el año 25, por lo que quien venga no tendrá tiempo para hacer nada relevante y solo se presentarán para crear imagen. Todos dispersos harán énfasis en el combate a la delincuencia violenta pero sin poder decir cómo lograrán vencerla, soslayando los temas básicos inherentes a la justicia social.
La campaña electoral será muy corta y por eso veremos más de los mismos porque es enredado el proceso de hacer listas, particularmente en los casos de grupillos electoreros con membretes alquilados. A pesar de que las reelecciones de Presidente y asambleístas no están prohibidas, lo que conviene es presentar nuevos candidatos para evitar que se siga con malos políticos que no les importa el destino del país. Como no se han reformado las leyes electorales se repetirá el alto número listas para asambleístas en la primera vuelta, lo que ya se ha probado que es un escollo para la gobernabilidad. También habrá segunda vuelta entre los dos más votados porque la dispersión determinará una definición ulterior.
Pero lo fundamental es que quienes sean electos apoyen las leyes económicas con especial énfasis en la redistribución del ingreso, que es de lo que ha carecido el gobierno de Lasso. Pero al mismo tiempo se necesita que las políticas públicas no sean cooptadas por el populismo irresponsable, que significa pan hoy, hambre para mañana. Solo una política social que prepare a los pobres con buena educación hará posible que puedan desempeñarse en puestos de trabajo remunerativos, con oportunidades para todos, sin racismo. Solo así se atacará a la estructura de la violencia y delincuencia organizada que azota a la población ecuatoriana.