Me llega una carta. Una carta-carta: con estampillas, con sellos, con sobre. Arriba, a la derecha, se lee el nombre del remitente y el origen de la carta.
Él se llama Kendon F. Gosney, es norteamericano y vive en Clearwater, en el estado de Florida.
Gosney escribe la carta en inglés, lo cual lamenta y le da vergüenza porque, dice, es una señal de que ha olvidado el español que aprendió en los años 40 y 50, cuando vivió acá.
Vino como periodista y misionero de la HCJB, la radio evangélica que luego fundó uno de los primeros canales de televisión en el Ecuador.
Los recuerdos de Gosney son vastos: viajó a cinco países como reportero de HCJB en la gira presidencial de Carlos Julio Arosemena Monroy.
Cubrió centenares de actos oficiales en Carondelet y conoció a muchos presidentes, entre ellos a José María Velasco Ibarra y Camilo Ponce Enríquez.
Gosney tiene 86 años y se declara enamorado del Ecuador: un país maravilloso al que admira por su cultura, su belleza natural, su diversidad étnica y geográfica, su comida y su gente.
Como misionero evangélico viajó a la Amazonía y visitó a los cofán, los secoya, los shuar y los tetete. En Santo Domingo conoció a la etnia Tsáchila.
De aquellas experiencias guarda fotografías de tucanes, chimpancés, cocodrilos, delfines, pájaros, flores, árboles, frutas, hormigas, mariposas. “Son criaturas de Dios”, escribe. Y subraya nuestra suerte al tener esas criaturas.
La carta de Gosney concluye con un clamor: que no dejemos de luchar por la libertad de expresión y que trabajemos incansablemente por las cosas buenas que tenemos en el país.
No dice más. No hace comentarios ideológicos. En la última línea agradece, con modestia, que “le haya permitido divagar ”.
Kendon F. Gosney tiene razón: muchas veces creemos que luchar por la libertad de expresión solo tiene que ver con el ámbito de la política, con la relación medios de comunicación y poder.
Y no es así. La libertad de expresión debe ser -y lo tratamos de hacer en nuestro trabajo cotidiano- un eje que atraviese todas las páginas de un periódico o todos los espacios de una radio, un canal o una página web.
Por eso entendemos que la mejor manera de luchar por esa libertad es ampliar cada vez más el abanico de voces, opiniones, sentimientos, personajes. Llenar los contenidos de gente. Hacer un medio que respire y sienta lo que siente el ciudadano común.
Cuando el pesimismo nos invade y creemos que todo es denso o gris, alguien como Kendon viene a decirnos que estamos equivocados, que tenemos un país maravilloso en lo humano, lo geográfico, lo ecológico, lo natural.
Y que, en consecuencia, tenemos mucho que contar, más allá de las sombras que nos imponen la política y el poder.