Más allá de la crónica roja

Agotados y repetitivos, la crónica roja, el sensacionalismo y el amarillismo deben extinguirse porque contribuyen a la insensibilidad y a la apatía sociales.

Quienes dirigen ese tipo de espacios en televisión, radio y prensa escrita tienen la obligación de pensar más allá de su propio interés (rating, audiencias, ventas de ejemplares o clientelismo populista como el caso del gubernamental diario PP) y reflexionar en el presente y futuro del país.

A ellos, y por extensión a todo medio privado, gubernamental y municipal, nos corresponde asumir la responsabilidad por los graves riesgos que vivimos los ecuatorianos frente a las cada vez más sofisticadas bandas criminales que, como contraparte, provocan la configuración de una sociedad armada y paranoica (por cada arma legalmente inscrita, existen en el país 18 ilegales, según informes oficiales).

La crónica roja, escrita con respeto, principios y valores humanos, tiene valor periodístico y estético. “A sangre fría”, de Truman Capote, es un caso ejemplar.

Para eso se requiere no solo renunciar a la temeridad y la fantasía, sino complementar la crónica con elementos que eduquen y provoquen reflexión en los lectores y la sociedad.

Un relato de violencia y muerte, por sí mismo, es un hecho aislado. Pero esa misma historia sería distinta si en lugar de quedarse en el detalle descarnado o en el titular exagerado, fuera parte de una cobertura responsable y una puesta en escena digna.

¿Cómo se hace una cobertura responsable sobre inseguridad y violencia urbana?

Rodeándola de contextos, referentes, cifras, estadísticas y exploración de sus razones de fondo, la relación de los hechos violentos pasaría a ser un asunto de pedagogía social y no de morbo o mal periodismo disfrazado con lenguaje seudopoético.

Al urgente compromiso que debemos hacer los periodistas frente a un tema que en este momento es imposible (e irresponsable) ignorar hay que añadir nuestra obligación de exigir, en nombre de la sociedad, rendición de cuentas a la Policía, a los fiscales, a los jueces y a las autoridades gubernamentales.

Al Ecuador le cabe mirarse, si aún hay tiempo, en el espejo de la Colombia de hace dos décadas o el México del presente.

El escritor y periodista mexicano Juan Villoro dice que los criminales han ganado batallas culturales e informativas cuando la sociedad se ha protegido del problema con el recurso de la negación. “Más que una indiferente banalización del mal, las noticias del hampa han producido un efecto de distanciamiento”.

Para una sociedad armada e insensible “los muertos son desconocidos o gente o rara” que nada tiene que ver con nosotros.

Pero cuando el crimen ya tiene que ver directo con nosotros, casi siempre es demasiado tarde.

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