La participación ciudadana en las urnas, no solo en época de comicios nacionales o seccionales, siempre será importante. No solo cada cuatro años de elecciones y en forma obligatoria. Una participación ciudadana real, que no solo se circunscriba a tomar en cuenta a quienes se identifican con los postulados de turno de quienes administran el poder y la gran mayoría mira los problemas nacionales con indiferencia. Por respetable que sea, esa ha sido y es la realidad.
Nadie puede dudar de esta atribución constitucional que tiene el gobernante y el derecho que tienen los gobernados a pronunciarse y a exigir la rendición de cuentas, aún pendientes. Sin embargo, no cabe abusar de este recurso y peor si los temas no son de fácil entendimiento y discernimiento de todos. Hay que partir de una autocrítica. No todos sabemos de todo y allí radica el riesgo de una consulta de poner cualquier tema, por fácil y simple que pareciera.
Pequeños y grandes países han salido adelante con el mejoramiento de la calidad de la educación. Por ello si el Ecuador no mejora -tema que sigue pendiente pese al crecimiento de la inversión- simplemente seguiremos sumidos en la falta de conocimiento y de conciencia para resolver complejos problemas que persisten. A eso hay que sumar que si no se produce primero un cambio de conducta y comportamiento personal no se podrá esperar un cambio institucional, que es lo que se requiere.
Basta contar con el respaldo popular mayoritario, que debe reconocerse que sigue siendo alto, para proponer lo que sea y lograr pronunciamientos favorables. Allí radica mayor el riesgo y la responsabilidad con el futuro del país. En parte porque se nota la enorme inversión social, la atención a los sectores bajos, el crecimiento de los servicios –aunque la atención siga siendo insuficiente y la calidad deficiente- y la enorme obra pública como el sustancial mejoramiento del sistema vial.
Acaso existe conciencia en la mayoría para defender iniciativas importantes como la no explotación del petróleo en la zona del Yasuní ITT? Se conoce a cabalidad la problemática del calentamiento global y el cambio climático cuando desperdiciamos a diario el agua hasta para lavarnos la boca o lavar el vehículo? Acaso no sigue el proceso de destrucción y de deforestación por sobre los esfuerzos insuficientes de reforestación y conservación de los bosques? Conocemos algo de la reforma penal o cómo se compone el Consejo de la Judicatura para pronunciarse a favor o en contra de temas urgentes, necesarios pero complejos, que debieran resolver los legisladores con la opinión indispensable de verdaderos juristas? Para qué entonces existe la Asamblea? Las reformas a la Ley de Transporte Terrestre podrán corregir las permanentes malas conductas de choferes y conductores?