¿Cómo es posible -me he preguntado muchas veces- que los ‘ideólogos’ del socialismo del siglo XXI y la ‘revolución bolivariana’, que en la práctica no son más que simples turiferarios de los gobernantes populistas y autoritarios que en los últimos años se han impuesto como una devastadora plaga, pretendan conciliar pensamientos tan antitéticos y antagónicos, que corresponden a épocas, realidades y circunstancias distintas, como el liberalismo de Simón Bolívar y el comunismo de Karl Marx? ¿Qué clase de identidad puede haber entre las ideas del caraqueño y el socialismo del siglo XXI, esa especie de pastiche político amorfo, difuso e ininteligible? ¿Qué afinidad puede encontrarse entre el liberalismo conservador del venezolano y el materialismo histórico del alemán?
¿Qué criterio tenía Marx sobre Bolívar? En enero de 1858 (casi 28 años después de la muerte del caraqueño) preparó un artículo para ‘The New American Cyclopedia’, en el cual, al redactar una sintética biografía llena de errores e imprecisiones, sin olvidarse de mencionar “sus tendencias al despotismo”, lo acusaba por su afición a los homenajes y por frecuentes negligencias en sus campañas militares. La opinión de Marx fue crítica y peyorativa. “Era incapaz de todo esfuerzo de largo aliento -decía de Bolívar- y su dictadura degeneró en una anarquía militar, en la cual los asuntos más importantes quedaban en manos de favoritos que arruinaban las finanzas públicas y luego recurrían a medios odiosos para reorganizarlas”.
Algunos días después, el 14 de febrero de 1858, en carta dirigida a Engels, comentando las observaciones y reparos realizados al estilo de su artículo por Charles Dana, el coeditor de ‘The New American Cyclopedia’, Marx, negándose a compararlo con Napoleón Bonaparte, mencionó a Bolívar como el “canalla más cobarde, brutal y miserable”. Ni con el paso del tiempo cambió esos criterios. En su ‘Herr Vogt’, escrito entre febrero y septiembre de 1860, afirmó: “La fuerza creadora de mitos, característica de la fantasía popular, en todas las épocas ha probado su eficacia inventando grandes hombres. El ejemplo más notable de este tipo es, sin duda, el de Simón Bolívar”.
El socialismo del siglo XXI ha sido convertido así en un bodrio, una inaceptable mezcolanza de sistemas de pensamiento contradictorios e incompatibles, no entendidos ni procesados, que demuestra la inexistencia de una doctrina propia, actual, estructurada y coherente. Esa falta de contenido se llena con símbolos populares, con figuras de personajes históricos emblemáticos, con cultos necrófilos, con un clientelismo irresponsable y con un discurso populista, autoritario, violento y desafiante, que auspicia la descalificación y el revanchismo. La pose y el insulto fácil y procaz terminan al fin sustituyendo a las ideas.