Para quienes estamos fuera del país, la mañana del 30 de septiembre fue angustiante. Al principio todo parecía indicar que la captura del Presidente y el cierre del aeropuerto de Quito podían llevar a impredecibles sucesos de desestabilización y, quién sabe, de recambio presidencial. Sin embargo, apenas el Secretario Jurídico de la Presidencia anunció el decreto declarando el estado de excepción, quedó claro que el presidente Correa estaba en funciones. Para la noche, las cadenas internacionales de noticias hablaron simplemente de “revuelta policial” y ya no de golpe de Estado. Ayer se cumplió un mes de estos sucesos y lo que ahora parece inexplicable es el afán del gobierno de Alianza País por llevar su política exterior respecto al 30-S como si fuera una campaña propagandística más del Secretario General de la Administración.
No es necesario saber de relaciones internacionales para entender que si un país amigo -como el Ecuador- hace un llamado a apoyar la democracia y condenar un intento de golpe de Estado, haya un sinnúmero de países que quieran emitir un comunicado de apoyo sin siquiera preguntar. Es más, países que tienen intereses estratégicos con el Ecuador -como Chile o Perú por el caso de La Haya- llamarían a consultar cómo quieren que salga el comunicado. Otros países con una relación conflictiva con el régimen -como EE.UU. o Colombia- tratarían de hacer méritos para llegar primeros en la lista de simpatizantes e incluso hacer visitas de cortesía. Pero eso no significa que sus cancillerías no hayan visto CNN o la BBC y que no tengan sus propias lecturas de lo que pasa. Ese es el negocio de la diplomacia: dar apoyo cuando no cuesta nada, para cobrarlo más adelante cuando sea estratégico hacerlo.
Lo que más preocupa es que este afán de hacer marketing exterior en vez de política exterior les ha distraído de las cuestiones de fondo. Por ejemplo, demostrar al mundo que esta es una democracia funcionando y con un absoluto respecto a los derechos humanos y al debido proceso que, en estos casos, es la forma simple y gratuita de convencer al resto de países de apoyarnos. En el apuro, se están olvidando que otras democracias leen la prensa y saben que un oficial de policía -César Carrión- está apresado por el delito de aparecer en CNN contradiciendo al Presidente y que otro ciudadano -Fidel Araujo- fue apresado por ser de la oposición y pasar por ahí. Si siguen así, faltarán manos en Cancillería para escribir “cartas de aclaración” al Washington Post o a cualquier otro periódico, haciendo que el remedio sea peor que la enfermedad. En el mundo exterior, fuera de las fronteras nacionales, todos saben que cuando los gobiernos quieren “aclarar” puntos de vista y no solo informaciones, algo pasa con su democracia. Hillary, Lula, Piñera también lo saben, pero no dejará de darles palmaditas en la espalda, sí es eso lo que les hace sentir mejor.