Ahora, ¿quién podrá gobernarnos?

Escuché al ex presidente Hurtado decir en una entrevista que quien quiera hacerse cargo del país en el 2021 debe estar loco, o ser un ciudadano bien intencionado. De acuerdo. No hay que olvidar que otra categoría de personaje que quiere gobernar es el que persigue recobrar el poder y tapar las podredumbres de su reinado.

Obligados a votar para no ser sancionados -qué visión tan sui géneris de un derecho-, los ecuatorianos acudiremos a las urnas para elegir entre quienes se animen a hacerse cargo de un país que demanda decisiones serias, si no quiere seguir a la deriva. Iremos a votar por quienes sean elegidos en las primarias de movimientos o partidos desvalorizados o carentes de sintonía social. ¿Qué más hay?

Si suponer cómo estará el país el 2021 y en qué condiciones ejerceremos el voto es un ejercicio demandante, aún más difícil es imaginar la lista completa de personajes que se ofrecerán a gobernar. Estarán ahí -ya lo están- quienes tienen un puesto VIP en la línea de partida, junto a otros nuevos. Estarán los que intentan cambiar al país y los que correrán para mantener el estado de cosas.

¿Qué características debiera tener el gobernante de un país que tardará años en salir de la crisis, a condición de que se tomen decisiones estructurales, y de que los otros poderes lo acompañen a partir de un consenso mínimo? Para empezar, no debiera ser ni un sabelotodo ni un ignorante, y estar dispuesto a rodearse no de amigos sino de especialistas, para entender la realidad mundial y el papel que el país puede jugar dentro de ella. Porque, créanlo, hay un sinnúmero de posibilidades.

No puede ser un holgazán. Y no puede ser un pillo, es decir un sociópata que piense que los derechos del resto no importan y que no debe rendir cuentas a nadie. Tampoco puede ser alguien que piense que sus creencias personales deben convertirse en la norma de convivencia ciudadana, por encima de las leyes y las convenciones mundiales.

Esta lista de no-características, que parece más bien una carta a Papa Noel, solo sirve para mostrar cuán lejos pueden estar las necesidades del país y las ofertas a la vista. Peor aún si seguimos el argumento de los gurús del mercadeo político: el ciudadano común es incapaz de distinguir entre política y espectáculo. Si es una ley universal, pese a sus resultados desastrosos, ¿por qué habría de ser distinto aquí, pese a lo vivido hace poco?

¿Hombre o mujer? Hasta aquí, las estadísticas hablan de un claro desequilibrio de género. ¿Joven o viejo? El próximo gobernante necesitará experiencia pero quizás más ganas y energía, aunque es verdad que un ‘outsider’ puede terminar aviniéndose al poder constituido y el Ecuador es proclive a la mano dura.

¿Qué queremos ser como sociedad y cuál es el camino? La pregunta sigue vigente más de dos siglos después de los sucesos del 10 de agosto de 1809 y del 2 de agosto de 1810.

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