Hace un año, la dirigencia indígena estaba lista para la movilización que habría de golpear al país en sus puntos débiles y paralizarlo. El 3 de octubre empezaron en el sector rural las acciones que terminaron con la toma de Quito.
La chispa fue la protesta por la eliminación del subsidio a la gasolina extra y al diésel, pero también salieron a las calles -como en otras latitudes- la inequidad y la violencia. Y el odio y el racismo despertaron. La economía recibió el primer gran impacto en plena crisis, como preámbulo de lo que trajo el covid-19.
También quedó clara la infiltración absolutamente organizada del correísmo y del movimiento regional que buscaba, y sigue buscando en cada oportunidad que se le presenta, recuperar el poder perdido cuando ya no quedó nada para seguir endeudándose, saqueando y haciendo populismo.
Todos sabemos en qué terminó el diálogo en San Patricio, cuyo mejor efecto fue desactivar una protesta que se había salido de control y amenazaba con descuadernar el país. Y sabemos en qué acabó el decreto sobre los subsidios. Ahora es posible importar combustibles, y los precios de aquellos derivados utilizados para el transporte y para cocinar siguen subsidiados o con banda de precios.
Políticamente, en ese octubre aparecieron con fuerza Leonidas Iza y Jaime Vargas. El primero mostró su sentido común y el segundo, sus ambiciones de poder. Pocos meses después llegó a decir que era el segundo presidente de Ecuador, en su calidad de presidente de las nacionalidades indígenas.
De su lado, Yaku Pérez, prefecto de Azuay, tuvo una participación sin tantos ribetes. Hoy termina como candidato presidencial de Pachakutik, que ha sido considerado el brazo político del movimiento indígena, a despecho de Iza y Vargas. Si el Gobierno, después de los sucesos de octubre, salió al campo a neutralizar el poder de los dirigentes, la pandemia puso más presión sobre su liderazgo.
Pero tal parece que el país deberá hacerse cargo del profundo desacuerdo de la dirigencia indígena en la designación de su candidato. Iza dice que no van a ‘personalizar’ el apoyo a Pérez y que internamente van a defender el que consideran el proyecto político-ideológico del movimiento indígena…
Nos quedamos -declara- a sostener la lucha en las estructuras y estamos en la búsqueda de un movimiento nacional donde no estén solo los indígenas sino otros sectores. Y anuncia un frente nacional para exigirle a cualquier gobierno que llegue en el 2021, que cumpla el proyecto del pueblo, porque si no estarán otra vez en las calles.
¿Por qué Iza y el presidente Vargas no se lanzan como candidatos, pues con seguridad todavía hay movimientos y partidos dispuestos a acogerlos antes del cierre de las inscripciones? Porque saben cuál será el resultado y porque resulta un mal negocio.