El argumento más débil del expresidente Correa para no ir a la reelección fue la recuperación de su vida familiar en Bélgica. Ese, para un hombre joven y orientado al poder como él, puede ser un buen propósito o un pretexto, pero no una verdadera razón. Todo sigue indicando que, como se dice en Ecuador, solo ‘se fue a volver’.
Y se fue porque la economía ya no daba, la presión social era fuerte y estaba visiblemente agotado de dirigir un esquema frenético y controlador en el que él repicaba, acolitaba y daba misa. Todos recordamos cómo, oportunamente, se multiplicaron sus emisarios para llevar el mensaje: fuimos demasiado lejos, hay que reconciliar al país.
Era el momento del desembalse y de confiar en una sucesión en la cual se pudiera recomponer el poder para un posible regreso en el 2021. Ya sabemos que el ungido debía ser Jorge Glas, pero las cifras no daban; y que lo que empezó como un desencuentro electoral con Lenín Moreno terminó en un choque de trenes, y no necesariamente playeros.
Moreno hoy gobierna con Glas en la cárcel como parte de su declarada lucha contra la corrupción, con actos de tolerancia y de diálogo y con el aire que le dio la consulta popular de febrero para desmontar todo lo que se pueda de la concentración de poderes de diez años. La consulta, de paso, cerró la puerta a la reelección presidencial. ¿Fue suficiente?
El Presidente ha creado expectativas de producción, inversión y apertura de mercados, que ilusionan pero son difíciles de concretar, con el telón de fondo de la multimillonaria deuda pública heredada y unas cuentas duras de cubrir para mantener funcionando al Estado. Esa transición, si se hace bien, tomará años de trabajo y necesita continuidad.
La ventaja de un período de transición es que sus ejecutores no buscan perpetuarse a través del control político. Moreno muestra un marcado desinterés por AP, el movimiento que le arrebató a Correa, y por el bloque legislativo supuestamente afín. Le basta con neutralizar la presencia del correato y, al parecer, se limitará a apoyar a los candidatos con opciones en las seccionales del 2019.
Pero Correa es omnipresente y no hay que desestimarlo. Le fue mal en la campaña por la consulta y su nuevo movimiento no cuajó, aunque nada impide que termine consiguiendo uno. Pero hasta hoy no hay nada en firme en los procesos judiciales en su contra y puede jugar al desgaste de Moreno. Y justamente a partir del descalabro económico, cuya herencia puede justificarse pero no eludirse.
Si no hay lucidez en el manejo económico y no se cumple una parte de las expectativas, y si no hay movimientos consolidados y representativos para las elecciones generales del 2021, seguramente tendremos a un candidato vicepresidencial recargado y con ganas de ponerse al día en el ya conocido arte de gobernar a voluntad al Ecuador.