Despejada la hojarasca y los insultos; desvanecido el “fantasma” del golpe auto inventado, la Marcha de los indígenas y de los movimientos sociales dejó valiosas enseñanzas que deberían ser asimiladas por ellos y por todos nosotros.
Los marchantes dejaron una buena imagen. La de un movimiento social sereno y maduro, con líderes asentados, que se reconstruye a través de la organización, la movilización pacífica y de un conjunto de tesis profundas y democráticas. Esta nueva figura contrasta con aquella fracturada y sin fuerza que proyectó en la última década.
La marcha creó la percepción de que el poder es vulnerable, esquizofrénico, con pánico a las masas movilizadas. Ayudó a superar el miedo, levantar el optimismo y a poner significado a la resistencia.
Enseñó que en las actuales circunstancias, la política no está en la Asamblea ni en los ministerios ni en las urnas sino en las calles. Demostró que la iniciativa política pasó de las sabatinas a la gente, a los “emponchados” y “emplumados” y que la confrontación del poder dejó transitoriamente a los medios para enfrentar a una parte del pueblo llano.
Luego de la Marcha el movimiento indígena y social sabe que en la lucha no está solo, que su sacrificada acción levantó adhesión y respaldo popular en las carreteras y en las ciudades. Que lo más probable es que a futuro el apoyo crezca.
Debe reflexionar que la plataforma programática de 19 puntos es interesante, que da cuenta de sus demandas, pero que es muy extensa. Tiene que ser pulida. El tema de la democracia debe lucir con más fuerza. Así mismo, el discurso tiene que ser centrado en uno o dos puntos. La defensa de la vida y del agua es uno de ellos, mas tiene que ser explicado con más claridad a la población.
Hacia el futuro inmediato el movimiento debe configurar una amplia plataforma de alianzas colocando a los jóvenes en el centro. Ellos son los más sensibles e informados respecto de los temas ambientales. Serán la columna vertebral de la movilización en las ciudades. Depositarán masivamente en las urnas un voto rechazo a las políticas mineras.
La garantía de éxito en la lucha es no contaminarla con la contingencia electoral. Los líderes, sin descuidar la coyuntura, deben priorizar la mirada en el mediano y largo plazo y apostar por el restablecimiento de la organización de base.
El siguiente paso: preparar la auto convocatoria a un debate nacional sobre el modelo de convivencia, desarrollo y civilizatorio que el país requiere frente a la injusticia y al calentamiento global que en estos días se presenta con las inundaciones: ¿Seguimos con la depredación, el consumismo, el extractivismo y la minería a gran escala o apostamos por la responsabilidad, la vida sencilla y la relación más armónica entre seres humanos y con la naturaleza? ¿Hay otras alternativas?