La difícil marcha hacia una democracia creíble y sólida aún tiene un largo camino que recorrer en América del Sur. La última cumbre en Paramaribo donde la presidencia pro témpore de la Unasur fue transferida al mandatario de Surinam Desiré Bouterse es casi una metáfora del subcontinente. Este Presidente que más que currículum tiene prontuario, está acusado de golpista, violador de derechos humanos, narcotraficante y amañador de elecciones no tuvo mejor manera que dejar inaugurado el foro anunciado que su hijo había sido detenido en Panamá y extraditado a Nueva York bajo cargos de narcotráfico y delitos conexos. Vaya bienvenida que dio el anfitrión a sus colegas de la Unasur que pretende convertirse en un foro político confiable y de alternativa a la OEA entre otras cosas. Fue esta misma Unasur que suspendió a Paraguay por haber llevado un juicio político para destituir a un presidente de manera abrumadora por el voto del Congreso y que no siente ningún remordimiento que su presidencia esté a cargo de Bouterse un digno personaje de las historias sobre satrapías caribeñas que tanto han facilitado la descripción tópica de nuestro subcontinente.
Es muy difícil vender una nueva marca en el mercado internacional con semejantes ejemplos de comportamiento institucional y personal. ¿Cómo hacer que los países del mundo nos miren como un proyecto de integración serio con esta clase de personajes? Ciertamente la respuesta es simple: no es para nada una tarea fácil salir de los prejuicios cuando nos encargamos de consolidar los lugares y denominaciones comunes que sobre estas tierras se tiene en el mundo. Requerimos más que fortalecer instituciones, consolidar actitudes, comportamientos, maneras y por sobre todo ser firmes y previsibles en la tarea de construir democracias confiables desde adentro y hacia afuera. La imagen que proyectamos como casos como el comentado demuestra que todavía creemos que “así nomás son las cosas en este subcontinente folclórico y tropical”. Desde el momento que hemos decidido adoptar comportamientos culturales comunes en Occidente de respeto entre otras cosas a los derechos humanos que constituyen uno de los grandes legados de esta parte del mundo hacia las demás naciones de otros continentes, nos debemos como mínimo la coherencia que permita crecer dentro de un marco de respeto que permita que nuestros países ganen prestigio y preponderancia en el mundo. Cuando hacemos todo lo que los demás solo esperan de nosotros apoyando actitudes y comportamientos que riñen con la coherencia y las conquistas de derechos humanos ciertamente enviamos el mensaje equivocado cuando de proyectar un bloque regional sólido en valores y comprometido en principios democráticos.
Requerimos no solo una Unasur seria y previsible sino por sobre todo erradicar el concepto de lo avieso y lo torcido como marca registrada de esta parte del subcontinente americano.