¿Mano justiciera?

El Jefe se jugó. Nada de Pichi cortes ni de tanquetas febrescorderistas. “Meter la mano en la justicia”–así, de frente- fue su propuesta, con una segunda parte incitante. “Confíen en mí”. Luego, una Consulta que oficialmente le dijo “si” pero sin el entusiasmo que esperaban Santiago Pérez y otros amigazos. Ahora, la mano presidencial inicia su tarea, en un ambiente de expectativas, esperanzas, inquietudes e incógnitas.

La promesa es mejorar la calidad de la justicia ecuatoriana, actualmente en los niveles más bajos por culpa de...bueno, de muchos factores, antiguos, medianos y aun modernos. De la acusación no se libran, por supuesto, la partidocracia y el neoliberalismo, pero no son inocentes las jornadas de Montecristi y sus secuencias. Las últimas movidas –incluyendo sentencias discutidas, presiones ministeriales, despedida del agotado Consejo de la Judicatura- bajaron la situación de la justicia al nivel de gran caos, apto para que aparezca una “mano salvadora”.

El momento es polémico, por cierto. Sin antecedentes. Para el voto en las urnas a favor de que el Jefe “meta la mano” funcionaron los niveles de popularidad del proponente y la angustia por el desgaste de la justicia ecuatoriana. El “no”, por su parte, tuvo varios argumentos, entre ellos la defensa de la democrática división de poderes y la inquietud por un Ejecutivo cada vez más controlador y dominante. Una parte del país espera que los recursos del poder y el aporte presidencial determinen una nueva etapa en una materia tan importante para el país como la administración y el manejo de la justicia.

Son los que confían en él. Los otros temen que la simple presencia gubernamental en las esferas judiciales determine una influencia ingrata en una materia tan delicada. La respuesta a las expectativas corresponde, básicamente, al Jefe. Cuando hayan transcurrido los 18 meses del experimento, los ciudadanos llegarán a conclusiones sobre la actuación gubernamental y darán su veredicto.

Lo que si se vislumbra para la próxima etapa es la influencia presidencial en el campo técnico y administrativo de la susodicha justicia. El atraso actual es lamentable y se advierte, por ejemplo, en cantidades ingentes de papel arrinconado y vetusto.

El Jefe ya tiene su brazo derecho, el ingeniero Paulo Rodríguez, para la modernización que se perfila. El formará parte del triunvirato y está claro que se aproxima la “era de la computadora”, con todos sus aportes. Pero la aspiración clave es que algún día funcione en el país una justicia independiente y seria, con jueces bien preparados –en una academia, según las aspiraciones ideales-, con gobiernos que impulsen las reglas democráticas, entre ellas la división de poderes.

Y respecto al experimento para los próximos 18 meses, el anhelo es que se cumpla la oferta de una “mano justiciera”.

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