La política electoral no ha cambiado. Las mismas o peores prácticas, denuncias y maniobras pero con otros actores, colores y algunos electores, no todos por cierto, obnubilados por los cantos de sirena. Electores que están llamados a ejercer un voto responsable, bien informados y no caer engañados por los discursos ni las ayudas recibidas cuando por sobre eso está la dignidad e integridad de una persona, más allá de una administración de turno.
Queda otra vez una deuda pendiente pese a los cambios impuestos en la Constitución, cuyo artículo 115 dispone que el Estado propicie el debate y la difusión de las propuestas programáticas de todas las candidaturas. Lo que se observa son imposiciones, insultos, campaña sucia y acciones a favor de algunos sectores. Coincide el aumento del bono de desarrollo humano de USD 35 a 50. El bono de vivienda de USD 5 mil a 6 mil. La homologación de ingresos a policías y militares, aun cuando esto no logre convencerles para obtener el voto en los próximos comicios y peor a los primeros, que tienen en la retina el 30 S.
El uso de una respetable institución –FF.AA.- para que el comando haga un inusual llamado al orden a todos los actores políticos a limitar el tratamiento del principal problema ciudadano, la seguridad y la defensa, en momentos en que se vulnera la soberanía y la integridad territorial –principios constitucionales- con la reincidente incursión de avionetas presuntamente vinculadas al narcotráfico. ¿No resulta mejor preocuparse de los radares chinos que no terminan de funcionar adecuadamente? ¿Acaso no debe observarse la Constitución de no ser deliberante? Una de las expresiones del sistema democrático es elecciones libres y limpias, pero no es la única. La participación ciudadana es fundamental y lamentablemente aun es escasa por falta de cultura y también porque hoy se limita a quienes están identificados con el actual proyecto político. Aquellos que se atreven a criticar han sido identificados como opositores y enemigos y hasta han sido encarcelados mientras corruptos están libres.
Quizás lo más penoso es que ante la avalancha oficial existe poco interés ciudadano, sin reparar que está en juego el futuro de hijos y nietos. Inundan el país con banderas, un millonario despliegue propagandístico, denuncias de uso de carros oficiales, pese a la prohibición constitucional; modernos buses con altoparlantes que ensordecen a las comunidades. ¿De dónde sale tanto dinero? Este atiborramiento en la campaña cansa por el contenido de imposición e insultos, pero no toleran ni el humor de una caricatura. Una campaña que debió enseñar propuestas para paliar la alta inseguridad ciudadana, el desempleo, el gran dispendio de recursos por el mantenimiento de distorsiones por los subsidios a derivados del petróleo, entre otros problemas.