Ganar unos comicios es solo el comienzo de un proceso que se legitima en directa proporción de hacer las cosas que el mandante (el pueblo) impone al Mandatario. Este puede hacer dos cosas, por un lado creerse egoísta y soberbiamente que los votos le pertenecen y que se mantendrán invariables a lo largo de su mandato y por el otro hacer cosas que hayan sido colocadas en la agenda electoral y que ha llevado a que lo votaran. Esto que parece muy elemental sin embargo con frecuencia se ignora porque tanto el mandante como el Mandatario no logran comprender la razón y fuerza del mandato.
En nuestros países no existe otra alternativa que reducir los niveles de pobreza, aprovechar los buenos tiempos económicos para construir institucionalidad y darle sentido a la democracia que generalmente se reduce al rito de votar cada cierto tiempo y no de hacer las cosas que la sociedad requiere que se hagan para alcanzar una vida con mayor dignidad.
La euforia del triunfo en las urnas no se la transforma en una acción conciliadora con la parte de la sociedad que no apoyó su elección sino a veces se convierte en el argumento de la persecución porque reduce al simplismo que se ganó “contra algo o alguien “y no en favor de quienes deberían ser los sujetos de la acción del Ejecutivo.
El pueblo que vota muchas veces harto de las promesas incumplidas, de los mandatos desoídos termina dando su apoyo a aquel que le da cierto nivel de certidumbre o que le da algo de lo mucho que un estado administrado correctamente puede hacer por el ciudadano en estos tiempos de abundancia y de crecimiento.
La economía mundial con la República Popular China como gran propulsor demanda hoy materias primas que nuestros países producen en cantidades importantes y no sería correcto que esta bonanza circunstancial y temporaria le saque sentido y valor a los triunfos electores reduciéndolo a la persecución o la saña con la que algunos gobernantes creen se dan los mandatos.
El pueblo puede reaccionar circunstancialmente contra algo en un momento determinado, pero finalmente su voluntad de apoyar a un Mandatario es directamente proporcional a lograr que el mandato de vivir mejor y con dignidad sea posible.
Requerimos en América Latina líderes proactivos que logren sintetizar en acciones concretas la acción de gobernar de manera incluyente y que no terminan desoyendo mandatos que la sociedad impone cíclicamente a los electos en comicios democráticos.
Ser Gobierno “para” y “con” y no “contra” y “por”.
Si se logra comprender el significado de estas palabras el camino hacia el desarrollo quedará allanado para lograr pueblos más prósperos y consiguientemente menos manipulables.