Imagínese que está jugando un partido de fútbol y que algunos de los jugadores del otro equipo son de los “altivos y soberanos”. De golpe, en medio del partido, algunos de ellos comienzan a pedir que se cambie las reglas para poder jugar con las manos. Y empiezan a argumentar que “la prohibición del uso de las manos en el fútbol es una actitud discriminatoria contra esas partes del cuerpo”.
Y entonces, salen con la idea de que es necesario buscar una actitud más “inclusiva”, más “solidaria” con todas las partes del cuerpo. Y que la posibilidad de que el arquero sea el único que puede topar la bola con las manos muestra una “entrega injustificada de privilegios a un grupo específico de los jugadores” y arman una campaña para quitarles el “monopolio de las manos” a los arqueros.
Luego empiezan a “socializar una visión más igualitaria entre los jugadores”, arman una consulta popular, llaman a una asamblea futbolística y, a la mitad del partido, le redactan una nueva Carta Magna del Fútbol en la que, entre otras cosas, permiten que todos los jugadores puedan topar la pelota con cualquier parte del cuerpo. ¿Sería feo, no?
Porque cuando se empieza un partido, hay que llevarlo hasta el final con las mismas reglas del juego.
Así, cuando se eligió a los actuales alcaldes, se lo hizo con la Constitución vigente. Y ahí se contempla que a todos ellos se les puede revocar el mandato. Y no pone ningún tipo de limitación a esa revocatoria, excepto la necesidad de recolectar un cierto número de firmas.
El miércoles pasado, en una reunión de la Asociación de Municipalidades del Ecuador, varios alcaldes hicieron airadas críticas al mecanismo de revocatoria del mandato. Difícilmente podían decir otra cosa, al fin y al cabo, 37 alcaldes están amenazados con un proceso de revocatoria.
Los alcaldes piden, por ejemplo, que se limite las causales por las que se podría pedir su revocatoria o que se exija un mayor número de firmas para dar paso al proceso. Ambos pedidos suenan sensatos. Pero ese no es el punto. El punto central es que los alcaldes fueron electos bajo la actual Constitución y con ciertas reglas de juego. Si recién hoy se dan cuenta que no les gustan las reglas, pues entonces que renuncien, pero que no nos vengan, cuando solo ha transcurrido una cuarta parte de su período, a decir que “ha sido feo eso de que a uno le quieran revocar el mandato”.
Entre otras cosas, para demostrar lo mala que es la Constitución actual, hay que aplicarla. La anterior Constitución decía que solo se podía pedir la revocatoria de alcaldes por temas de corrupción o por incumplimiento injustificado de su plan de trabajo, además de pedir tres veces más firmas. Que los mamiticos inicien respetando la Constitución que ellos mismo apoyaron.