“Soy de un país que nació a media noche, cuando estuve a punto de morir era poco después de mediodía”. Estas son las palabras de Malala Yousafzai que un martes 9 de octubre, a la edad de 15 años, fue tiroteada cuando se encontraba en el bus de su escuela regresando a casa. El autor del atentado, un talibán llamado Ataullah Khan, nunca fue condenado.
Pakistán, luego del atentando de las Torres Gemelas, fue el refugio de Osama Bin Laden y muchos miembros de la facción talibán que actuaba en territorio árabe. Allí y en Afganistán, se concentró el centro de operaciones de ellos, que a decir verdad, tenía el respaldo de los gobiernos de ambos países, en el primer caso de manera solapada e informal y en el segundo de manera directa.
Malala decía que existe una muy mala interpretación del Corán por parte de este grupo de individuos, que a conveniencia particular, utilizaba el mismo, para someter al pueblo utilizando la estrategia del atraso y relegando a la mujer a un espacio inexistente y con muy pocas probabilidades de que mejore.
Una niña que acompañó a su padre en la tarea de defender el derecho a la educación de todos y especialmente de las mujeres, se posicionó en su país como un referente del progreso y desarrollo de su género. Posicionamiento que casi le cuesta la muerte, pero que, a la vez, le permitió transcender las fronteras y convertirse en un símbolo mundial, símbolo de esa lucha que han librado las mujeres desde el inicio de su existencia, y que lo siguen haciendo en algunos lugares o en algunos espacios que aún no se les permite conquistar.
Te saludo Guayaquil, en tu día, y te rindo homenaje, pero también rindo homenaje a las mujeres que se preparan, trabajan, ejercen su liderazgo en el ámbito público y privado. Me congratula ver mujeres ejerciendo liderazgo político, mujeres al frente de empresas, negocios, emprendimientos y también en espacios de educación, ayuda social, así como, a cargo de sus familias y que muchas veces tienen la responsabilidad integral del hogar enfrentando cada día los retos y responsabilidades que les demanda su gestión.
Primera de clase, como se decía antaño, bilingüe, compañera, hermana, hija y comprometida con su gente desde el corazón y con su mente, Malala es el orgullo de todos los musulmanes que entienden su religión y el libro que les guía en su comportamiento. Libro que está muy lejos de la apreciación maliciosa y acomodada que le han dado los grupos extremistas del mundo árabe, deformando la perspectiva y percepción de la mayor población mundial.
El atentado del martes 9 de octubre del 2012 en el valle de Swat fue una mezcla de corrupción e ineptitud gubernamental y un fanatismo que solo puede ser titulado como estupidez. Un poco más de educación y un poco menos de dogmas nos conduce al desarrollo.