Se habla mucho sobre reforma universitaria. La prensa cubre, a veces con escándalo, la posible clausura de como veinte universidades, o el fracaso en un examen de la inmensa mayoría de los aspirantes al ingreso a la educación superior. Pero, en realidad, desde hace muchos años, apenas si se ha reflexionado sobre ella. En especial, no se ha pensado la universidad pública.
Por ello, resulta muy interesante el que una nueva publicación periódica hubiera dedicado se segundo número a la universidad pública y al movimiento estudiantil. Desde sus primeros párrafos, el editorial introductorio al tema, tan duro y crítico como claro y certero, afirma: “Pensar la universidad pública en la actualidad, constituye un reto, ya que desde hace casi dos décadas esta problemática ha sido desplazada de los centros académicos, del Estado, de la sociedad y de la misma universidad”.
Luego del análisis introductorio que va al fondo de la cuestión con solidez y valentía, se insertan ar- tículos sobre la universidad pública y el movimiento estudiantil en Ecuador y América Latina de Renate Marsiske, Patricio Ycaza, Yomaira Placencia, Santiago Cabrera, Kintia Moreno y Patricio Pilca. Luego se insertan entrevistas a varios actores destacados sobre diversos momentos del movimiento estudiantil. También se incluyen otras entrevistas sobre la situación de las universidades en Bolivia, Perú, Argentina y México.
Los textos son desiguales, pero todos interesantes, ya que permiten que el objetivo de la publicación se cumpla: reflexionar sobre la universidad pública. Aquí, por cierto, no voy a abordar ese tema, aunque algo he hecho sobre este tema en los últimos años. El asunto demanda bastante más que los párrafos que una columna periodística permiten.
Hay que superar la idea que la universidad estatal, como todo lo público, se conciba como forzosamente malo, sucio, de pésima calidad y hasta antiestético. La historia del Ecuador y la realidad de otras latitudes permiten afirmar todo lo contrario. También debemos entender la complejidad de la situación y no reducir su explicación a simplicidades y lugares comunes, como afirmar que la raíz de todos los males es la “politización” de la universidad, sin considerar también el abandono del Estado, los renovados intentos de privatización de la Educación Superior y los estragos del neoliberalismo en la sociedad toda.
Al final se incluyen varios ar- tículos, sobre otros temas, entre los que me parece que deben destacarse los dedicados a una visión crítica de la atropofagia y la poscolonialidad.
A la revista la bautizaron “Malaidea”, porque la crítica y el debate vinieran siempre desde el mal lado del pensamiento. Una felicitación a sus jóvenes promotores y la sincera aspiración de que lleven adelante su esfuerzo, sin perder su buena calidad de “malpensantes”.