¿Acabó ya el revanchismo nacional? ¿O vamos a seguir en las mismas, como perros mordiéndonos la cola, dando vueltas sobre el mismo eje, sin avanzar para ninguna parte? Ya llevamos dos años de este nuevo/viejo gobierno y la tónica es la misma: semana a semana un nuevo escándalo de corrupción porque ahí, donde se aplasta, de ahí mismo sale pus. Pero a eso se le añade la mala fe, las noticias falsas y la gana de fastidiar. Como resultado: el tedio más absoluto, la ninguna gana de discutir, la apatía general, la dificultad de poner argumentos sobre la mesa.
Solo puede ser mala fe, por ejemplo, las acusaciones a la ministra de Educación por haber nacido en Venezuela. ¡Si ella ha vivido acá toda la vida! ¡Sus hijos son de acá! ¡Ha trabajado toda la vida en Ecuador! La copia de su cédula es lanzada a las redes sociales como un pedazo de carne a una manada de lobos hambrientos. Y explota la mala fe, que no cuestiona nada de su gestión (pues apenas si se había instalado en su despacho) sino que quiere despertar la no tan dormida xenofobia nacional.
La mala fe no tiene límites. Y el revanchismo ya resulta vergonzoso y aberrante. Mientras unos acusan a la ministra de gobierno de usar un helicóptero para vacacionar con su familia (y su “conviviente”, porque así hablan quienes tienen mala leche); otros, le chantan un juicio al ex canciller por dar un discurso instigador (podrían acusarle de otras cosas, pero de “instigación” no suena muy justo ni democrático); es decir, con la misma vara usada por el anterior mandatario contra sus opositores cuando arengaban consignas contra él. La reacción es la misma: o la represión o usando argumentos leguleyos y acusaciones de intentonas golpistas y desestabilizadoras y antipatrias.
Así es la mala fe. Las iras que se tienen. Los ejércitos de troles que siguen azuzando las redes sociales hasta volver, a lo que parecía ceniza, fuego voraz, echando gasolina para que revienten la ira y el odio popular. Por ahí se lee que alguno quiere arrastrar y quemar a Moreno y que otros quieren arrastrar y quemar a Correa. Y mientras se disputan quien es el personaje que será el digno e inflamable monigote de año viejo, protagonista del arrastre y de la quema del 2019, crecen el desempleo, la inseguridad, la violencia carcelaria, la incertidumbre, la imposibilidad de los distintos actores de pensar el país.
El monstruo de la mala fe se alimenta del odio, del revanchismo, del desprestigio, de la traición, de las verdades a medias, de las noticias falsas y de las noticias ignoradas.
El país de los dos bandos encontrados, del todo blanco y todo negro, de las venganzas y extorsiones, no va a caminar así para ninguna parte. Seguirá girando sobre su propio eje, hipotecando el futuro de las nuevas generaciones, de pura mala fe.