La legitimidad tiene de magia, hay varios caminos para lograrla o perderla, depende del contexto y de lo que está en juego en ese momento. Puede crecer como espuma y volatilizarse en un suspiro. Nunca un presidente y su grupo han tenido tanta legitimidad. Un privilegio que permitiría realizar metas que gobiernos anteriores aunque hubiesen querido no lo habrían logrado. Tal es la ventaja de la legitimidad. La legitimidad de Correa viene por la pérdida de legitimidad de ideas y de partidos que con ellas justificaron políticas y acciones que ahondaron las diversas crisis ecuatorianas, así terminaron por perder respeto, aceptación, credibilidad, es decir legitimidad. Correa tuvo campo vacío por delante, sin oponentes, y supo captar el sentido del viento para construirse una imagen a medida para lo que querían los ecuatorianos, y sus ideas coincidían con la búsqueda de esperanza, de crear un mundo diferente. Entre las ideas claves para ello estuvo el rechazo a la corrupción y esa idea de que al fin tendríamos un ejercicio de justicia basado en normas y no en cálculos circunstanciales o en leguleyadas que convierten a lo evidente en contrasentido. La virtud de la legitimidad es tal que cuando uno la tiene, bien puede cometer contrasentidos que recibe perdón o no se los ve, pues quien otorga legitimidad, el pueblo, no quiere verlos, no quiere perder su esperanza. Eso pasa cuando el legitimado responde en algo a las esperanzas y si no hay nadie al frente que adquiere credibilidad. Sin embargo, todo en la sociedad tiene límites. Ahora, Correa tiene de oponentes a aliados (UNE e indígenas) no tanto por cuestiones de fondo cuanto de forma. Lo mismo acontece ya con el caso del fiscal. Acuerdo País, Correa, desperdician legitimidad. Algunos hechos son claros, no para los procesos judiciales que son otra cosa, pero objetivamente, con fundamento en el derecho y la ética pública ¿quién puede decir que el fiscal es imparcial, que encarna la ley, y no el cálculo circunstancial a pesar del buen discurso legal que esgrime? Los hechos le quitaron legitimidad, el no los desmiente, desvía la atención a otras cosas, a desvirtuar a los acusadores, a simplemente negarlos, a darlos otros sentidos. Puede ser buena defensa, pero perdió el sentido de jurista y entró en la leguleyada para trocar los hechos. Triste, al inicio él parecía encarnar la ley. ¿Cómo no preguntarse por qué Correa lo defiende, qué hay detrás?. La suspicacia es inevitable. Acuerdo País aparecerá como “partidocrático”. El fiscal y el presidente podrán imponerse, pero ya no tendrán la misma legitimidad, ¿cómo podrá el fiscal deslegitimado ejercer su rol de imparcial? Mientras los perdedores ganarán las mágicas medallas de la legitimidad.