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Juan Guaidó se declaró presidente transitorio de Venezuela ante la ilegítima elección de Nicolás Maduro para un nuevo mandato. Según la Constitución bolivariana, a Guaidó le corresponde, como presidente de la Asamblea Nacional, asumir el encargo y convocar a nuevas elecciones.
Desde las formas jurídicas, tiene coherencia aquella salida para la crisis venezolana. ¿La tiene, en el fondo, cuando la Constitución es invocada por el régimen, a pesar de las flagrantes violaciones a sus principios? ¿Es viable una salida legal para enfrentar la actual dictadura?
La franquicia bolivariana construyó un sistema con fachada democrática, concentración del poder en el Ejecutivo y control del partido a las demás funciones del Estado. Tras la muerte del líder populista, los logros asistencialistas del chavismo en la reducción de la pobreza se desvanecieron con la caída de los precios del crudo y la incompetencia del sucesor: más de 3 millones de venezolanos salieron del país azotado por una hiperinflación que bate toda marca, la galopante escasez de alimentos, unos servicios de salud colapsados y la delincuencia…
La oposición logró a fines de 2015 una victoria electoral con la que aseguró la mayoría calificada en la Asamblea: por primera vez en 19 años, arrebató el Parlamento al oficialismo. Maduro optó por una amañada e ilegal Asamblea Constituyente, como un suprapoder a su servicio. Después, sin participación de las más importantes figuras de oposición, ni de un organismo electoral independiente, ni de observadores internacionales, ganó los comicios presidenciales con 6,1 millones de votos sobre 20,5 millones de ciudadanos facultados para sufragar. Numerosos Estados desconocieron ese “triunfo” y expresaron su rechazo a la dictadura venezolana, que ha lesionado derechos básicos, ha desencadenado violencia y persecución política y una crisis humanitaria de enorme proporciones. Ni la Unión Europea, ni los EE.UU., ni el Grupo de Lima, ni 19 países de la OEA reconocen la legitimidad del mandato de Maduro.
Guaidó llamó a apoyar la transición a las FF.AA., al pueblo y a la comunidad internacional. Sin embargo hace tiempo la “revolución” bolivariana aseguró la adhesión de los militares al otorgar a sus mandos el control del sector petrolero, de lucrativas áreas mineras y otras prebendas. Es improbable que renuncien a ellas. Para remate, la corrupción ha penetrado en la institución armada.
Los seguidores suelen mostrar una fidelidad obcecada a los dictadores y caudillos autoritarios y se niegan a ver hasta las evidencias de bulto. Una izquierda retrógrada sigue defendiendo a gentes de la calaña de Maduro, político impresentable. ¿Qué hay en el fondo de esta ceguera? Fanatismo, anteojeras ideológicas e intereses de grupo que medran del poder de turno…