Haciendo abstracción por un momento del nombre de la persona que en estos días, más como histrión de mal gusto que como estadista, entre chistes grotescos y burdas tonterías que reflejan un escondido irrespeto a las mujeres, ha afirmado que no sabe si la equidad de género ha mejorado la democracia, he preguntado si creemos que criterios de esa laya, a esta altura de los tiempos y la historia, son socialistas y revolucionarios o, por el contrario, incontrovertiblemente reaccionarios. La respuesta ha sido obvia. Desde su surgimiento, los diversos movimientos socialistas, sin excepción, han luchado por el reconocimiento de los derechos de la mujer. Haré, por la limitación de espacio, solo tres citas.
La primera es, como no podía ser de otra manera, de Karl Marx. El creador del llamado ‘socialismo científico’, en su vida y en su obra, marcó la pauta y señaló el camino. Un ejemplo, el 12 de diciembre de 1868, en una carta dirigida a Ludwig Kugelmann, al comentar que en el último congreso de la Labour Union norteamericana se había dado “a las obreras un trato de completa igualdad” y criticar en este aspecto a los ingleses y franceses porque seguían “abrumados por su estrechez mental”, expresó que “cualquiera que conozca algo de historia sabe que los grandes cambios sociales son imposibles sin el fermento femenino. El progreso social puede medirse exactamente por la posición social del sexo débil…”.
La segunda es de August Bebel, dirigente del socialismo alemán y amigo de Marx y Engels. En 1879 publicó‘La mujer y el socialismo’, que se convirtió en un libro clásico sobre la materia y alcanzó más de cincuenta ediciones. Bebel señaló que la sola realización de las ideas socialistas “implica la liberación social de la mujer”. Luego de un estudio minucioso de su condición en el pasado y en su época, la de la burguesía, concluyó que en la sociedad del futuro, la socialista, la mujer “será plenamente independiente en lo social y en lo económico, no estará sometida lo más mínimo a ninguna dominación ni explotación, se enfrentará al hombre como persona libre, igual y dueña de su destino”.
La tercera es más reciente. Nancy Ochoa, entusiasta defensora de la ‘revolución ciudadana’, que, según dice, “ha sido la tabla de salvación del Estado” (¿de la burocracia frente a los ciudadanos?), en su libro ‘La mujer en el pensamiento liberal’, en el capítulo destinado al análisis del pensamiento machista y elitista de Juan Montalvo, indica que, “en mayor o menor grado, todos los socialistas del siglo XIX combinaron socialismo y feminismo”. “Creemos -escribe- que la liberación de las mujeres conlleva una revolución social… Un socialismo que no esté ligado a la liberación de género podrá mejorar la situación de la clase social oprimida, pero no hará realidad una sociedad igualitaria…”.