Lula simboliza la alegría como estrategia de campaña. Una máxima en comunicación política refiere a que cada campaña es única.
Es decir, el diseño de cada una se realiza con base en la idiosincrasia y las características locales de donde se desarrolla el proceso electoral.
En este sentido, si hay algo que caracteriza al pueblo de Brasil es su alegría. Cuando pensamos en la población brasileña, la imaginamos con una sonrisa de oreja a oreja, bailando al ritmo de la samba y la bossa nova.
El año que viene, Brasil se prepara para las elecciones presidenciales que decidirán el sucesor del actual Presidente Michel Temer, quien pese a los intentos por trascender su alta imagen negativa, por lo menos en el corto plazo, parece no contar con posibilidades de gozar de popularidad.
Hace pocos días, el expresidente Lula da Silva, quien gobernó Brasil durante ocho años, continuó su tercera etapa de la caravana denominada “Lula por Brasil” (también se la conoce por “Caravana de la Esperanza”) iniciada en el mes de agosto, ésta vez desde el 4 hasta el 8 de diciembre.
Esta caravana ofició de plataforma con la que Lula intentó recorrer el inmenso país, de cara a las elecciones de octubre del 2018, habiendo estado en varios estados, entre ellos Bahía y Minas Gerais.
En ese contexto, el fundador del Partido de los Trabajadores expresó en la ciudad de Río de Janeiro: “Quiero demostrar que Brasil volverá a ser feliz.”
La felicidad como horizonte y promesa es comúnmente utilizada por los dirigentes políticos, sobre todo en una época en la que las emociones juegan un rol tan importante en la toma de decisiones.
Para hacer un paralelismo, un autor argentino del siglo pasado llamado Arturo Jauretche escribió: “Los pueblos deprimidos no vencen. Nada grande se puede hacer con la tristeza.”
Habrá que ver qué tanto calan en la memoria emotiva de los brasileños la idea de regresar a un pasado idílico y cómo resignifica cada uno el concepto de felicidad.
Para algunos la alegría será sinónimo de pleno empleo; para otros, significará volver a creer en las instituciones. Cada cual decodifica el mensaje en clave personal, pero lo que está claro es que las campañas no se pueden ganar si no se conoce a quién se le habla.
Hasta el momento, y si bien faltan muchos meses, el ex presidente lidera la mayoría de las encuestas.
Dentro de los muchos factores que influirán en las elecciones y en un escenario tan dinámico como lo es la política, Lula da Silva elige dirigir los esfuerzos hacia una estrategia que contenga el descontento social, una estrategia alineada a la rescatar la identidad de los destinatarios: los ciudadanos brasileños.