Un lugar común es una expresión trivial o muy empleada. Una muletilla es una voz o frase que se repite mucho por hábito.
Un lugar común y una muletilla se caracterizan porque de tan dichos y tan frecuentes pierden contenidos y sentidos.
Pero no estamos hablando de redacción o gramática, sino de política. Y entonces es peor.
Cuando los lugares comunes y las muletillas se repiten tanto, se vuelven vacíos.
Y, al volverse vacíos, no llegan a la gente, ya no impactan, ya no convencen, ya no tocan las sensibilidades de la sociedad.
Desde hace días, por cadenas de radio y televisión, el público ha sido bombardeado con lugares comunes y muletillas tras una reciente declaración del presidente peruano, Ollanta Humala.
El Mandatario, en la inauguración de la asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa, en Lima, pidió a la prensa que cumpliera su rol esencial: el de fiscalizar al Régimen.
Y aunque Humala se quejó por la forma en que medios peruanos lo mostraron durante la campaña electoral, casi satanizándolo, reiteró su respeto a la prensa y anunció que con su gestión demostrará que no es el personaje que esos medios dijeron que era.
Humala es un crítico de la prensa -como debe ser y le toca a cualquier ciudadano- pero no asume una actitud de intolerancia sino que, por el contrario, conmina a la prensa a cumplir su deber con el país.
¿Fue la reproducción de esas declaraciones en los medios ecuatorianos lo que, al parecer, produjo una inusitada reacción oficial?
A partir de ahí, reaparecieron los lugares comunes, es decir, una serie de repeticiones, estigmas, generalizaciones y adjetivos demasiado escuchados.
Desde el discurso oficial, desde la reiteración de lemas, de consignas, de discursos, las palabras van perdiendo peso y sustancia.
De tan repetidos, ¿qué significado tienen, finalmente, libertad, derechos ciudadanos, verdad, ética, honestidad, valores, principios, ideología, defensa de los intereses económicos, viejo poder y nuevo poder, discriminación, burguesía, monopolios mediáticos, estado de opinión?
Qué importante sería si en reemplazo de los lugares comunes y muletillas, se abrieran espacios para que el país, todo el país, pudiera debatir sobre esos conceptos y devolverles el sentido.
Qué importante sería que todos los ecuatorianos pudiéramos deliberar en grandes foros plurales y democráticos, sin discursos unilaterales y verticales, en torno a la esencia de aquellos conceptos y a su trascendencia para la convivencia democrática.
Ya no más muletillas. Necesitamos que los espacios mediáticos con los que cuenta el Estado, que son de todos los ciudadanos, sirvan para discutir y llegar a consensos acerca de qué periodismo quiere la gente, no qué periodismo quiere el poder.