La reunión de los simpatizantes de la desaparecida Izquierda Democrática despertó simpatías y expectativas. El partido tuvo una participación activa luego del Plan de Retorno a la Democracia, llegando incluso a ejercer un Gobierno constitucional.
Como otros partidos del mismo signo socialdemócrata, careció de visión para adaptarse a los nuevos tiempos. Sus dirigentes, también los demócratas cristianos, no evaluaron los efectos del fin de la Guerra Fría y nunca se les ocurrió considerar que en países como el nuestro el populismo es como la mala hierba; no solo que no muere, sino que con recursos crece raudamente.
La aspiración de revivir el antiguo partido naranja, por coincidencia o por un cálculo sagaz, se presenta en un escenario que empieza a clamar por cambios políticos. Si en los últimos resultados electorales se suman como constitucionalmente debiera ser, los votos nulos y blancos, el Ecuador sería una sociedad partida en partes iguales.
Una , la oficial, es férreamente controlada y no hay ninguna función del Estado -no solo del Gobierno- que no siga con extrema disciplina las órdenes superiores. La otra mitad está sembrada de personalismos sin futuro –pequeñas estaturas, como diría Alfredo Pareja Diezcanseco- que solo organizan con alegría futuras derrotas.
En estas condiciones llegan a la asamblea los socialdemócratas; unos en el acto, otros desde sus escritorios en el Régimen; la nostalgia es la misma pero las necesidades o intereses, diferentes. Es muy inmenso el desafío, pero pueden abrir las puertas y traspasar la línea del partido hacia los frentes políticos.
Como ha sucedido en otros países ha sido el único camino para derrotar al populismo, que se encarama en el poder en condiciones económicas que al resquebrajarse afectan seriamente a la estructura de un poder centralizado y omnímodo. Además de ensayar con trasparencia una convocatoria amplia de movimientos y líderes deben preparar una agenda concreta, precisa y posible, encaminada a una reforma constitucional. Urge desmontar los grandes pilares en que se basa el poder que se ha enrollado en estos años: el Consejo de Participación, al Consejo Nacional Electoral y la Corte Constitucional. Si tienen tiempo superar el monstruo de dos cabezas que son las reformas y las enmiendas constitucionales…
La lucha continúa fue el lema que levantó las banderas luego de la derrota que les propinó en la segunda vuelta el socialcristianismo. Por eso, luego vencieron, fueron el principal referente del escenario político del Ecuador, el líder se retiró y el partido se evaporó.
Por eso, fue importante la presencia del Dr. Rodrigo Borja. No solo logró compensar el notorio espacio que dejó el ayer, sino que demostró que su silencio de estos años no ha sido un síntoma de colaboracionismo sino el espacio de una jubilación que está atenta al Quito que clama en el desierto.
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