“He ponderado el hecho que cada vez son más numerosos los estudiantes universitarios que llevan el apellido Inca o Inga”.
Hace 8 años se supo que Juan Ingaro Gualinga, dirigente de la comunidad quichua de Sarayacu, en la provincia de Pastaza, utilizaba conocimientos ancestrales de herbolaria amazónica en sus prácticas shamánicas. Me quedó lo de Ingaro y Gualinga. Resulto ser el progenitor de Elena y Patricia Gualinga, ambas de destacada actuación en reuniones internacionales en las que se trató sobre el cambio climático y sus efectos desastrosos sobre el hombre y la naturaleza. Patricia recibió este año el Premio de la Fundación sueca Olof Palme: “La voz de Gualinga tiene un valor incalculable en la catastrófica situación ecológica en que se encuentra el mundo”. Elena, de 18 años, bachiller en Finlandia.
He ponderado el hecho que cada vez son más numerosos los estudiantes universitarios que llevan el apellido Inca o Inga, o compuestos como Gualinga, o Tusinga, Toainga, Maliquinga, Alquinga, Tosinga, etc. Es como si aquellos compatriotas hubieran decidido superficializarse y participar en el quehacer nacional. Un enigma a ser interpretado: según los primeros cronistas mestizos, en la escuela que había en el Cusco se formaban los futuros gobernantes de un dilatado imperio: jóvenes de la familia imperial, la de los Incas.
Los más de los graduados, al igual que mitimaes civilizadores, eran enviados a los territorios conquistados. Se trataba de ampliar el Incario: su idioma (el quechua), el trabajo colectivo (la minga), la introducción de llamas y alpacas domésticas, el control vertical de los pisos ecológicos, la conservación y redistribución de alimentos, la construcción de acequias y caminos permanentes, artesanías avanzadas, etc.
Con posterioridad a la etapa bélica de la conquista española a quienes vinieron del Cusco a implantar su civilización, y a sus descendientes, no les quedó más recurso que esperar la llegada de una nueva historia. La de hoy.
El 21 de enero de 1982, ¡hace 40 años!, salió publicado mi primer artículo de opinión, en este Diario, EL COMERCIO. Ya está bien, creo yo.