Los niños suelen dar respuestas desconcertantes a las preguntas difíciles. Cuando la madre pregunta: ¿por qué no has hecho los deberes?, espera una buena justificación, pero el niño responde: porque no. Esta respuesta puede significar que no le gusta la realidad pero la reconoce. Los autoritarios se parecen a los niños, dejan saber que no les gusta la realidad, pero a diferencia de ellos, se niegan a reconocerla.
Cuando el presidente Donald Trump sostiene que hubo menos gente en la ceremonia inaugural de Barach Obama que en la suya, niega los hechos, impone su deseo sobre la realidad. Más triste que la pueril conducta del autoritario es la aparente habilidad de los funcionarios que inventan “hechos alternativos” para explicar la negación de la realidad.
Cuando nuestro Presidente dice que hay que ponerles en su puesto a los ciudadanos que protestan y añade que si no les ponen en su puesto tendrá que hacerlo él, se coloca por encima de la realidad. No es por obediencia a la ley que hay que hacerlo, o debe actuar la autoridad, sino porque esa es su voluntad. Si la autoridad impone sus decisiones por encima de la ley, crea una verdad alternativa y obliga a los súbditos a someterse a ella. Humilla al ciudadano porque le obliga a negar la lógica que es el instrumento humano para conocer la verdad. Lógica proviene del griego logiké cuyo significado es palabra, pensamiento, razón. Los caprichos de los dictadores niegan la racionalidad, la humanidad, de los súbditos.
Es contra la lógica que los militares declaren que se ha roto la cadena de custodia del material electoral y ahora declaren, obedeciendo al gobierno, que no existe la cadena de custodia. También contradice a la lógica que vayamos a una crucial elección sin resolver el tema de Odebrecht. Se dice que funcionarios del gobierno recibieron sobornos de esa empresa por más de treinta millones de dólares para obtener la adjudicación de proyectos. Las autoridades saben cuáles son las obras realizadas y quiénes administraron esos proyectos. Lo demás es tratar de esconder la verdad, aplazar las investigaciones, ofrecer hechos alternativos.
Si el primo Delgado era parte del gobierno y dice que se exigía contribuciones y diezmos a los empleados públicos y que se guardaba ese dinero en la cuenta personal de una funcionaria que ahora ejerce funciones de magistrada; es contra toda lógica que los denunciados guarden silencio y los órganos de control no inicien una investigación. El silencio es una forma de negar la realidad.
Es un desafío a la lógica pretender hacernos creer que prohibir el ingreso de Lilian Tintori al país tiene alguna base legal y no simple miedo a la verdad. La única manera de proteger la verdad, de aferrarse a la humanidad, es atenerse a los hechos, rebelarse contra los “hechos alternativos”, que son solo nuevos nombres para la mentira.