El populismo debería estar de salida en Ecuador porque ya hizo su tarea de demolición; sin embargo, no es seguro que se vaya, tiene ciertos trucos que hacen fácil su llegada y difícil su salida. Uno de esos trucos es la capacidad de dividir al adversario y otro su habilidad para enmascararse en cualquier apariencia. La posibilidad de permanencia del populismo en Ecuador se ampara en la división de sus opositores, ahí están tres candidatos aferrados a su tercera parte de la mayoría del electorado que desea librarse de la plaga. El continuismo, por su parte, amenaza con adoptar la forma de “buenismo” y permanecer en el poder.
Las raíces del populismo son profundas y dejan huellas duraderas. Tiene su origen en la indignación popular que ha sufrido, una y otra vez, la decepción de las promesas políticas incumplidas, la creciente voracidad de los Estados que a todo le ponen controles e impuestos, la corrupción de los funcionarios que se suceden en el saqueo de los recursos. La consecuencia de esta degeneración de la política está a la vista: los pueblos se entregan ingenuamente en manos de caudillos charlatanes y groseros, expertos en el engaño y la publicidad que terminan inevitablemente en el autoritarismo y la corrupción.
Es la crisis de la democracia la que ha permitido la incursión en la política a demagogos cada vez más audaces, más vanidosos, más autoritarios, que devoran las libertades y dejan a sus países exangües cuando han saqueado los recursos. Ya no hay diferencia entre países retrasados y países adelantados, entre países pobres y países ricos, todos caen en manos de caudillos más o menos pintorescos como una forma de rebelión en contra de instituciones inservibles. Inglaterra conducida al Brexit, Francia con la ultraderecha cerca del poder y Estados Unidos en manos de Trump, prueban que los populismos son la amenaza mayor de todos los pueblos en la actualidad.
La libertad es, invariablemente, la primera víctima del populismo; cuando los ciudadanos tienen que elegir entre libertad y seguridad, hasta los más sensatos se decantan por lo segundo. Por eso, el populismo cabalga a lomos del miedo, según dice el poeta español José María Álvarez.
Si Ecuador no logra salir del populismo, caerá en manos del “buenismo”, la forma enmascarada del continuismo que siendo sentimental, ingenuo e inútil, solo servirá para hacer olvidar los casos de corrupción que trabajosamente se trata de ocultar confundiendo a los denunciados con los denunciantes.
Si la oposición no puede derrotar al populismo, tendremos que empezar de nuevo, recreando partidos políticos que sean escuelas de democracia, centros de estudio de la realidad nacional, semillero de líderes y formadores de cuadros de gobierno.
Si no podemos derrotar el miedo, jamás recuperaremos las libertades que ha devorado la revolución ciudadana.