Los intelectuales de izquierda y de derecha amaban a Europa porque habían estudiado allá o habían pasado los años bohemios del arte, el teatro o la literatura. Europa también miraba por encima del hombro a Estados Unidos y esa actitud calzaba bien con la retórica antiimperialista de los viejos de la izquierda. Ellos, tal vez, entiendan a la Europa de ahora y las razones de su enfrentamiento con Putin. Casi todos los países de la Unión Europea tienen pedazos de otros países o pedazos de su antiguo territorio en otros países; no solo cambiaron muchas veces el mapa sino que desaparecieron países e imperios. En estas condiciones es comprensible que consideren inaceptable la conducta del jerarca ruso al tomarse, por la fuerza, la península de Crimea. Aceptar la revisión de fronteras con los argumentos rusos es una insensatez en Europa. Un amigo contaba que visitó un pueblo en Italia donde todos los habitantes son alemanes y hablan alemán. Para los países que fueron parte del imperio soviético, el caso es peor. Para ellos, la posibilidad de una nueva invasión con la aparición de otro loco en la historia, es una pesadilla.
Esto no entienden los jovencitos revolucionarios de ahora que han extendido a Europa la anticuada retórica antinorteamericana y han hecho todo lo posible por impedir que se firme un acuerdo comercial no solo beneficioso para el Ecuador sino indispensable para la propia revolución.
Resulta incomprensible que países como Brasil y Argentina se apresuren a ofrecer al jerarca ruso la provisión de los productos europeos vetados por represalias económicas. Como si estuviesen ansiosos por tomar partido antes de que se declare una nueva guerra fría. Otros países, como Colombia y Perú, en conducta más inteligente y con diplomacia más refinada, se han cuidado de proclamar la tensión europea como la gran oportunidad comercial para sus países.
En Ecuador sorprende que un Embajador ignore lo delicado de la situación y recomiende a los empresarios ecuatorianos aprovechar las nuevas oportunidades, al igual que las declaraciones de los más altos funcionarios que delatan inclinación hacia Rusia. Es inexplicable porque acaba de culminar la negociación de un acuerdo comercial y el país se apresta a solicitar la extensión del Sistema General de Preferencias Arancelarias que termina en diciembre.
La ratificación del acuerdo espera la verificación del texto de 1 200 páginas, la traducción a 24 idiomas, la aprobación en el Consejo de Ministros y el Parlamento Europeo, la aceptación por parte de Colombia y Perú. Europa no promueve la aplicación extraterritorial de las sanciones y por tanto el conflicto no afectará al comercio actual de Ecuador con Rusia ni parece en peligro el acuerdo. La falta de sensibilidad diplomática sí puede poner en peligro la prolongación del SG plus que alcanza 400 millones por año.