Una regla no escrita del marketing electoral dice que los debates son para los aspirantes o para los perdedores, no para los ganadores. Los candidatos que se creen triunfadores no tienen por qué dar oportunidades a los retadores para subir en la intención de voto. Claro que a veces madrugan demasiado y se colocan ellos mismos la corona de olivo de los atletas griegos y desdeñan a los contendores.
En la campaña por la alcaldía de Quito y la prefectura de Pichincha ya se han erigido en ganadores los candidatos que lideran las encuestas y se niegan a presentarse con otros candidatos o ponen pretextos imposibles para no debatir.
Con 20 o 30% de la intención de voto creen que la elección está asegurada porque los contendores no llegan ni a la mitad o, como dice uno de los candidatos: ni sumando el apoyo de todos le alcanzan. Sin embargo, las mismas encuestas que indican que son los favoritos dicen que apenas un 40% del electorado ha decidido ya su voto, en consecuencia solo tienen, en el mejor de los casos, el 30% del 40%. Nunca amanece tan temprano; en palabras de los encuestadores, la elección está todavía abierta.
La ausencia de debates oculta los problemas de fondo y permite soluciones facilitonas. Por ejemplo, el caso del Metro de Quito que todavía es un problema en lugar de ser una solución, no ha tenido el debate que merece. El Metro necesita 400.000 pasajeros por día para hacer viable la operación pero el sistema del Trole que es más largo solo tiene 200.000 pasajeros, ¿de dónde saldrán los otros 200 mil usuarios? Y ¿cómo se pagará la deuda sin dejar a la capital con cero recursos para otras necesidades ineludibles? La respuesta fácil ha sido que se eliminará el Trole y que todo el sistema se organizará para alimentar al Metro, y además que se trasladará la deuda al gobierno.
En la era de las redes sociales todo se resuelve con tweets. Los mensajes en las redes consisten en declaraciones olímpicas sin las incómodas preguntas de los periodistas, sin pruebas ni razonamientos. Es un lujo nuevo para los políticos.
La democracia tiene vitalidad cuando hay alternancia en el poder y los partidos políticos tienen militantes jóvenes.
Nada de eso vemos ahora; los partidos tienen los mismos afiliados que hace veinte años y ponen los mismos candidatos.
No es buena señal para la democracia. Lo nuevo son los partidos, no dejan de aparecer nuevos movimientos políticos, 21 partidos inscribieron 18 candidatos en Quito, una cifra sorprendente para una ciudad que tiene problemas casi insolubles.
El tema de debate en Europa es la posibilidad de establecer el voto obligatorio porque la participación es muy escasa.
Nosotros deberíamos poner a debate el tema del voto voluntario para que solo participen quienes se interesan en los asuntos públicos y están informados, así evitaríamos la plaga de los populismos y a los aventureros de la política.