La época de lluvias tiene atraso peligroso para la agricultura. Sabemos que, a menor oferta de alimentos, sus precios suben.
Las esperamos desde fines de septiembre. El conocido “Cordonazo”, no se produjo. Ha transcurrido este mes y con excepción de uno u otro chubasco, las indispensables lluvias no vienen. Ya hay indicios de elevación de precios de los alimentos.
Las lluvias en el 2018 –si nos guiamos por el pasado- debieron comenzar el 15 de septiembre. En la sierra el agricultor ara la tierra y deposita en su vientre una semilla. Ésta prospera con las lluvias de la segunda quincena de septiembre y las de octubre, cuya máxima expresión era la tempestad del 4 de ese mes, bautizada por los campesinos como el “Cordonazo de San Francisco”, fecha del onomástico del Santo franciscano.
La semilla germina, se convierte en planta y pronto se ve salir a la superficie. La vida comenzó y espera prosperar. Las lluvias si continúan abundantes, las recién nacidas podrían ahogarse. La sabia naturaleza detenía la lluvia en los primeros días de noviembre, conocida como el “Veranillo de las Almas”, cuando la gente rememora a sus muertos. Algunos tradicionales llevan alimentos a las tumbas para que el espíritu del muerto se nutra y pueda seguir viviendo.
Vuelven las lluvias y –antes- caían abundantes noviembre y diciembre. Las plantas ya prosperaban pero necesitaban un paréntesis. La sabia naturaleza cesaba de enviar agua coincidiendo con la Navidad. Ese “Veranillo del Niño Jesús”, se prolongaba hasta mediados de enero. Entonces ya hacía falta el agua del cielo, pero si –como está sucediendo hoy- la sequía se prolongaba hasta fines de enero, había peligro de que las plantas se agosten y aunque no mueran den un producto deficiente.
He visto, en situación así, procesiones nocturnas de campesinos, portando antorchas y alzando su voz al cielo exclamando repetidamente: “Misericordia, Señor”
En febrero, marzo y abril la pluviometría era abundante, tanta que el campesino lo mencionaba como “abril, aguas mil” a ese mes. En tal lapso habían y estaban listas las siembras de patatas, maíz (inicial todavía en la fase de choclo); habas, fréjoles, que facilitaba la comida tradicional llamada fanesca.
Junio trae el verano. Ya no había lluvias. Julio y agosto tampoco, pero eran los meses para cortar la cebada y trigo, que tienen una espiga larga y el fruto en la parte alta. Para separarlos, el campesino utilizaba un sector redondo de terreno, las colocaba, utilizaba un par de caballos para que den vuelta y con sus cascos separen los granos de las espigas. Estos se las separaban gracias al viento; y, al final, recogían el producto y llevaban a su casa, felices, pues era el esfuerzo de un año con inversiones en riesgo, en el trayecto del tiempo la “helada” mata los sembríos de patatas.