Un grupo numeroso y muy activo del Facebook intercambia recuerdos del barrio de la Mariscal, cuando las casas tenían jardín con árboles, las familias eran extensas y estables, las calles seguras y todos oíamos Radio Musical y éramos jóvenes y felices. ¿Todos éramos felices?… Humm, eso es lo útil de reinventar el pasado: escogemos lo chusco y nostálgico y olvidamos lo feo. Entonces parece que de pronto nos hicimos grandes y todo se fue al diablo. Sin previo aviso llegaron los malos, las putas, la droga, los jardines se convirtieron en almacenes, las casas en edificios y el matrimonio en un posible infierno.
Pero estábamos advertidos porque a fines de 1966 habían pasado en el Teatro Fénix, que quedaba en la 6 de Diciembre, “¿Quién le teme a Virginia Woolf?”. La estupenda pieza de teatro de Edward Albee había sido llevada a la pantalla con la pareja más famosa del mundo pues el cine era todavía un espectáculo sagrado y el máximo generador de mitos. Hablo de Elizabeth Taylor, la del óvalo perfecto, los ojos violeta y los cinco maridos, ¡horror!, un poquito entrada en carnes, junto a un brillante intérprete de Shakespeare, derrochador, exhibicionista y alcohólico como ella: don Richard Burton.
El romance había empezado durante el fastuoso rodaje de ‘Cleopatra’ en Roma, donde ella y Marco Antonio (Burton) pasaron de la ficción histórica a las apasionadas camas de los hoteles sin ningún escrúpulo, perseguidos por los primeros paparazzi. La película ‘Liz & Dick’, de 2012, recrea la atmósfera paranoica de la relación pues, como a cualquier pareja adúltera de la Mariscal, a estos dioses del celuloide los tildaban de vivir en pecado. Me consta que se amaban pero era tal la presión social que debieron casarse. Entonces, inhábiles para la jaula del matrimonio, la adornaron con diamantes fabulosos, Van Goghs y cuernos y peleas olímpicas que eran la comidilla de la prensa mundial.
Otra vez Jack, el capo de la Warner Bros, hizo lo que había hecho en ‘¿Qué pasó con Baby Jane?’, trasladar las pasiones de la vida a la cinta en blanco y negro donde un Burton magistral encarnaba a un profesor fracasado de Historia, casado con la hija del presidente del college. Alcohólicos ambos, sin hijos, crueles y teatrales, se agredían todo el tiempo con brillantes juegos de palabras. A esa ratonera de dos pisos cometían la imprudencia de acudir un joven profesor y su esposa, y en una noche de tensiones y revelaciones extremas atisbaban lo que iba ser su vida en el campus. Juego temible de espejos como para que cualquier espectador adolescente de la Mariscal pensara en no casarse jamás.
Con una soberbia actuación, Elizabeth Taylor ganó su segundo Oscar y continuó su tormentoso romance con Richard, las pastillas y los otros. Por último, fungió de madrina de Michael Jackson, cuyo rostro blanqueado y falseta presagiaba el peinado obsceno de Trump y la decadencia total de la Mariscal.