Como muchas publicaciones internacionales, la revista Foreign Policy eligió a los 100 más influyentes pensadores globales. La novedad más importante de este año es que del 25 por ciento de esa lista está dedicada a activistas por la libertad de expresión, de pensamiento y elección alrededor del globo. No es casual que la ganadora absoluta del primer lugar sea Aung San Suu Kyi, quien ha luchado por instaurar la democracia y las libertades básicas en su natal Birmania.
Parece una paradoja en pleno siglo XXI, pero en este tema el mundo ha retrocedido más de 100 años. Muchos están luchando por este derecho fundamental que significa tener la capacidad de expresar todo tipo de opiniones sin temor de sufrir retaliaciones legales, políticas o violentas por hacerlo. Estos derechos incluyen libertad de imprenta –es decir poder publicar en tinta o en la Web- sus pensamientos sin temores y libertad de elección, es decir, tener la capacidad de escoger fuentes de información, productos y servicios libremente.
¿Es tan difícil respetarla? Parece que sí, y como diría Karl Polanyi, la tendencia de las sociedades es siempre a contestar los desarrollos injustos del Estado o del mercado. Y en este caso es una reacción frente a los dos. Los nuevos activistas son una respuesta a la nueva ola de gobiernos autoritarios en todo el mundo y también son un reflejo de la creciente opacidad con que el mercado hace sus negocios. No se queda atrás el control que Estados y mercados quieren imponer sobre el libre flujo de las ideas en Internet. Y sobre este tema, ningún Estado está a salvo .
En la lista de los 25 activistas y pensadores, destacan disidentes chinos como Ai Weiwei y muchas activistas árabes. Su derecho a disentir es crucial para avanzar en sus derechos plenos.
Hay un solo latinoamericano en esta lista de 100 y es una mujer: la periodista Adela Navarro, por su valentía al exponer la narcoviolencia en México. Yo por mi parte propongo mi propia lista nacional: creo que César Ricaurte, de Fundamedios, y Ruth Hidalgo, de Participación Ciudadana, merecen el reconocimiento más alto por luchar diariamente por tomarle cuentas al Estado, pedirle transparencia y demandar respeto a la libertad de expresión en general.
Es muy fácil hacer este tipo de trabajo en tiempos normales; pero es muy difícil mantenerse en pie cuando los vientos soplan en dirección contraria y todos quieren negarlos tres veces si es necesario para evadir problemas.
La lección es que en tiempos difíciles es cuando hay que poner el hombro para apoyar a estas y muchas otras personas y organizaciones de la sociedad civil que están siendo arrinconadas en su accionar, por un Estado cada vez más asfixiante, entre ellos los 10 de Luluncoto.
Sin apoyo social, ellos apenas serán notarios que documenten cómo día a día la democracia -como rana en un estanque- se ahoga sin que nos demos cuenta.