Limónov, Politkóvskaya, libertad…

El libro del francés Emmanuel Carrere sobre Eduard Limónov, un personaje estrafalario, poeta y pendenciero en su juventud, disidente y clandestino, tiene, entre muchas virtudes, que narra en sus primeras páginas la tragedia de Anna Politkóvskaya, una periodista considerada enemiga de Vladimir Putin debido a todo lo que descubrió y escribió sobre los abusos del poder en Chechenia.

Cuando se habla de libertad de expresión, pocos se refieren a Anna Politkóvskaya, asesinada a la entrada de su departamento en Moscú el 7 de octubre del 2006, el mismo día del cumpleaños de Putin. En la novela sobre Limónov, Emmanuel Carrere anota que solo las personas que se interesaban de cerca por las guerras de Chechenia conocían el nombre de esta periodista "valiente, adversaria declarada de la política de Putin. Su cara triste y resuelta se convirtió en Occidente en un ícono de la libertad de expresión".

Carrere anota que "el asesinato de Anna Politkóvskaya y el follón que se ha armado al respecto causan muchísimo más daño al Kremlin que los artículos que ella escribía en vida en un periódico que nadie leía (Novaya Gazeta)". El francés tomó contacto con los periodistas de ese diario y descubrió que eran prácticamente los únicos opositores democráticos en Rusia.

El asesinato de la periodista, que se produjo a sus 48 años, no ha sido completamente aclarado. Solo seis años después del crimen fue apresado y condenado a 11 años de prisión un expolicía y al menos cinco personas fueron detenidas en calidad de sospechosas. Lo más destacado de Politkóvskaya fue su valentía para investigar asuntos que el poder se encarga de esconder. En la última entrevista que concedió a la radio Svoboda, la periodista manifestó que tenía pendiente publicar en Novaya Gazeta una investigación sobre la tortura en Chechenia, pero no alcanzó.

La Redacción de Novaya Gazeta publicó poco después de la muerte de Anna Politkóvskaya que la periodista nunca estuvo metida en intrigas políticas, que era imposible acallar su voz, sobornarla; consideraba que era su deber buscar la justicia y en eso fue inquebrantable. La organización Reporteros sin Fronteras ha sido tal vez la más activa para evitar que su asesinato y el de otra decena de periodistas se queden en la impunidad.

Al autor o a los autores del crimen importó muy poco la fama que había alcanzado la periodista. Ella era demasiado molestosa para el poder, para las mafias que defendían las viejas estructuras soviéticas que, a su criterio, mantenían algunos rezagos del nefasto estalinismo.

A sus 48 años gozaba de un gran prestigio internacional porque había recibido premios de Amnistía Internacional, el Olof Palme sobre libertades, el Vázquez Montalbán de periodismo. El premio Guillermo Cano de la Unesco le fue concedido post mortem. Siempre vivió amenazada, pero nunca se calló, tuvieron que silenciarla a balazos.