Las próximas elecciones municipales, a diferencias de episodios anteriores, presentan algunas variables que deben ser analizadas, primero por la ciudadanía y luego por los aspirantes. En primer lugar se enfrentan reelegibles y bisoños. La reelección en el Ecuador se ha vuelto un virus violento y contagioso; basta ver la propaganda preelectoral de la Municipalidad en Quito y el cándido pedido del Presidente del Consejo Nacional Electoral. En estas condiciones, los reelegibles parten con una ventaja entre media y grande, nunca pequeña. Luego, la oferta de fiscalización y evaluación seria de las administraciones anteriores es nula. No se trata de repetir el eslogan oficial de que todo lo anterior es malo, pésimo o corrupto, sino explicar a la ciudadanía aciertos y errores para ofrecer rectificaciones o nuevos proyectos que reemplacen a los mal ejecutados, pues a pesar de responder a la vertiente oficial, los reelegibles algún error pueden haber cometido.
En tercer lugar, en el caso de la oposición -real, no la maquillada- la base para cualquier aspiración debieran ser precedidas por algún proceso de concertación, que es el cauce más difícil de seguir en el Ecuador.
Da la impresión de que genéticamente no podemos resignar las apetencias del ego y se desconoce de resultados psiquiátricos con éxito que hayan logrado neutralizar esta deformidad espiritual o como sucedáneo, ensayar proyecciones en los pacientes para que se destapen en las elecciones presidenciales y no afecten a las inmediatas. De todas maneras, hay que admitir que será muy difícil vencer a la maquinaria oficial con toda su parafernalia de campaña anticipada, movilización de militantes con transporte, viáticos, lonche y la generosidad del órgano de control que ha sido más exitoso que Pegaso al crear esa amalgama de los distritos y el método D’Hondt.
Sin duda, para los seguidores de los nuevos será como apostar a que en el próximo mundial de Brasil gane una Selección de Asia o de Oceanía. Es posible, pero no probable.
Extraño resulta con estos parámetros que un poder casi absoluto no opte por el recambio en sus filas; es una oportunidad más efectiva que integrar la “troupe” de Seguridad Nacional que visitó Panamá por el caso Lara sin un instrumento firme en sus manos.
¿A propósito de este caso, dónde estaba el abogado del Estado y el Jefe de la Función Judicial, pues no se los ubicó en la comitiva principal, salvo que hayan concurrido como asesores? Finalmente, la competencia por la Alcaldía de Quito y su cabildo no es un juego de apuestas ni un baratillo de oportunidades.
Los principales actores que lleguen a los escrutinios -pierden o ganen-, deben estar conscientes que han pisado una entrada a la vida política nacional de la cual solo se sale con la jubilación. Por muchos cántaros que vayan por agua y se rompan, otros lo siguen haciendo y todavía permanecen intactos.