“Conocer” Libia a la distancia y a su jefe ha sido muy interesante. Algo escuchamos antes. Trípoli, Gadafhi, Sahara se filtraron ocasionalmente en los rincones del cerebelo. Una ciudad africana, un coronel que asumió una dictadura cuando apenas tenía 26 años, un desierto gigantesco. Ahora sabemos algo más y nos atrevemos a decir unas pocas palabras, gracias a que ese nombre –Libia- está en el centro de las noticias y su dictador no quiere renunciar –como lo hicieron sus vecinos- ni por nada del mundo. ¿Qué pasa? Más o menos esto.
El joven coronel Gadafhi asumió el poder hace largos 42 años, pero no quiso ningún título. ¿Jefe Supremo, dictador, presidente? No gracias. ¿Líder, super amo? Talvez. Con el imparable paso de los días y con el grato – y sabroso- ejercicio del poder, el título surgió por sí solo. Dueño. No era malo. Dueño –con sus dos esposas y sus ocho hijos- de un país muy atractivo, Extenso, con algo más de 1 millón 700 mil kilómetros cuadrados. Con pocas bocas Apenas algo más de 6 millones. Con un millón 800 mil barriles de oro negro, que le fueron llevando al cuarto puesto en Africa, atrás de Nigeria, Argelia y Angola- y con todo lo que eso significa en dólares, euros o dinares. Con lindas playas hacia el Mediterráneo y por el otro lado con el mayor desierto del planeta Tierra. Nada menos que un millón de kilómetros cuadrados del Sahara. Gadafhi, como buen dueño, hizo lo que quiso. Inicialmente fue un buen socialista, dio pasos positivos, luego un mal terrorista, después un rico amigo de los poderosos. Reagan, el ultraderechista presidente de USA, le llamó perro loco y quiso matarle, pero fallaron sus bombas. Se blindó con un batallón de 200 ó 300 amazonas, vírgenes y guapas, valientes y bien entrenadas. Guardó parte de la plata en el Colchón Bank para que no puedan incautarle. Armó un ejército mercenario. Fue poderoso.
Tras la caída de los vecinos dictadores de Túnez y Egipto –aspirantes a dueños- Gadafhi y sus hijos armaron un plan. Cuando atacaron los rebeldes, su heredero Saif Islam salió a amenazarlos con una mortandad. El gesto indignó al mundo, pero asustó a buena parte de los revolucionarios. Le salieron muchos países en contra, entre ellos los más poderosos, dispuestos a terminar con el dictador y dueño. Tuvo algunos defensores –como Alba- y funcionó, sobre todo, una suma de frenos y temores para llegar a una intervención militar extranjera. Obama y su mano derecha Hillary aceptaron que unos les digan prudentes y otros débiles. Gadafhi perdió el miedo y mandó al frente 300 aviones y miles de mercenarios. ¿Cuál va a ser el desenlace? Los expertos dicen que hay varias opciones. Una, que el dueño de Libia fije una fecha para un ensayo de democracia. Dos, que Libia se divida en dos países, con sus capitales Trípoli y Benghasi. Tres, que todo siga igual y Saif Islam se prepare a gobernar otros 42 años.